“Nos encontramos en Imperial Beach, a 14 kilómetros de la frontera con México; esta es una de las playas más famosas de Estados Unidos para practicar el surf, pero lleva tres años cerrada al público”, lamentó Fay Crevoshay, ambientalista que lleva una década advirtiendo sobre el grave problema de contaminación que literalmente escurre desde lo alto de la ciudad de Tijuana hacia la parte baja del condado de San Diego.
La también directora de Comunicaciones y Políticas Públicas de la organización internacional Costa Salvaje reconoció que debido a esta situación, atrás quedaron los años de grandeza para la ciudad de Imperial Beach, reconocida en el pasado por sus hermosas playas, blanca arena de mar, espectacular muelle de madera y grandes olas.
A consecuencia de la basura, plástico, llantas y aguas residuales que cruzan la frontera a través del río Tijuana y el océano Pacífico, la ciudad de Imperial Beach pierde millones de dólares al año por el cierre de playas, que ahuyenta a locales, visitantes y turistas.
En general las comunidades del sur de California, en Estados Unidos, pagan el precio por vivir a un costado de Tijuana, la segunda ciudad más poblada de México, donde todo el cochinero cae por la pendiente y no necesita de pasaporte o visa para llegar al otro lado.
Al arribar al condado de San Diego, el río Tijuana se convierte en un torrente de agua color verde, lleno de espuma y olores nauseabundos, que va serpenteando a través del estero, hasta desembocar en el mar.
La alcaldesa de Imperial Beach, primera mexicoamericana en obtener el cargo, destacó que son casi 700 mil personas del lado estadunidense las que sufren los estragos de la contaminación.
Se estima que Tijuana arroja tres mil 600 litros por segundo de aguas residuales al mar, y el 70%llega a las costas de Estados Unidos.
La tan sonada rehabilitación y ampliación de la planta de tratamiento de San Antonio de los Buenos, inservible desde 2015, podría comenzar a operar a principios de 2025, con una capacidad de tan sólo 800 litros por segundo.
Hasta hace poco, las playas de Tijuana permanecían abiertas al público; hoy están fuera de servicio, no por el riesgo sanitario, sino por obras de construcción y rehabilitación del malecón.
Todo lo contrario a lo que pasa del otro lado de la frontera, en Imperial Beach, donde las playas llevan más de mil días cerradas, y la alerta es permanente por la presencia de químicos volátiles, metales pesados, virus, bacterias, parásitos y gases tóxicos como el sulfuro de hidrógeno que emana de las aguas residuales, a niveles de hasta 160 veces por arriba de la norma.
La directora de Comunicaciones y Políticas Públicas de Costa Salvaje dio a conocer que investigaciones realizadas por instituciones de educación superior de EU como el Instituto de Oceanografía Scripps o la Universidad de California en San Diego, advierten sobre altos niveles de contaminación no sólo en el agua de mar, sino en el aire y el suelo de la región.
“Las personas no sólo se enferman en la playa, sino ahora resulta que un estudio de Scripps, advierte que el aire está contaminado, porque al momento de que las olas rompen, sueltan un spray que dispersa los contaminantes más allá de la costa”, explicó Fay Crevoshay.
La situación es tan grave, que la alcaldesa de Imperial Beach insiste en una declaratoria de emergencia, tanto estatal como federal, con el fin de recibir ayuda y presupuesto de la Casa Blanca para enfrentar la contaminación, mientras que en México, no pasa nada, porque desconocemos la magnitud del problema en nuestro territorio.
“Hemos detectado desde el año pasado un incremento de enfermedades en las clínicas locales, hay cartas de pediatras alertando sobre el aumento de casos de asma, alergias y enfermedades gastrointestinales en niños; a largo plazo, los estragos a la salud, no lo
Excelsior