A un año del sismo, Érick y Luis —víctimas del sismo del 19 de septiembre de 2017— comparten una historia parecida: sobrevivieron tras permanecer sepultados entre los escombros.
El 19 de septiembre de 2017, dos niños se dirigían a la escuela, eran sus primeras semanas en la secundaria técnica número 4 de Jojutla; ambos quedaron atrapados por las casas que se derrumbaron, a 50 metros de distancia uno de otro.
A Érick una casa lo sepultó y un pedazo de teja se incrustó en su cerebro.
“Salí para la secundaria y el sismo me sorprendió en el camino; una casa me sepultó”.
Su rehabilitación fue considerada por los médicos como un milagro. “Los médicos, de inicio, no le daban esperanza de que sobreviviera, posteriormente nos dijeron que no iba a caminar, a ver ni hablar… hoy en día él puede caminar”.
Por su parte, Luis salió ileso, pero su casa se derrumbó, su madre desde la puerta lo vio partir a la escuela y vio cómo a metros más adelante una casa le cayó encima; tres horas después lo rescataron abrazado de una mujer que lo protegió de los escombros que los sepultaron; sin embargo, ella falleció.
Hace unas semanas iniciaron las clases y ambos intentan retomar su vida, nada ha sido fácil, porque Luis aún libra las secuelas postraumáticas del temblor, pese a que recibe apoyo sicológico vive aún bajo una carpa que deteriora su salud.
Ambos salvaron su vida de forma inexplicable, pero tratan por todos sus medios de reconstruirse y avanzar, intentan superar la tragedia del temblor que a un año les recuerda la fragilidad de la vida.
Fuente: Excélsior
