En la terraza de su bar de tapas frente a la playa, Pilar nunca había servido sangrías con tanta ilusión: “esto es la señal de que vuelven los turistas extranjeros a España”… una vez reabiertas, ayer mismo, las fronteras.
Sobre la arena dorada de Rosas, un pueblo costero catalán a 30 kilómetros de la frontera con Francia, los primeros bañistas se acomodan para estrenar el verano.
La playa es tan larga y espaciosa que no se instalará control de acceso, con decenas de metros entre toalla y toalla.
Sentados en la terraza de los bares, los primeros extranjeros degustan lo que el Gobierno de Pedro Sánchez llamó “la nueva normalidad” en España, el segundo destino turístico mundial.
Ese es un ejemplo de lo que pasa en la sexta nación con más decesos ocasionados por el nuevo coronavirus (28 mil 300), pero con una franca tendencia a la baja ha decidido despertar del mal sueño.
En total ha acumulado casi 250 mil casos.
España levantó la medianoche del sábado la alerta vigente hace tres meses y abrió su frontera terrestre con Francia, así como sus puertos y aeropuertos a los viajeros europeos.
Aunque los viajeros estarán exentos de cuarentena, deberán observar algunas medidas de prevención como someterse a control de temperatura en los aeropuertos y llevar mascarilla.
Los españoles ya pueden transitar libremente por su país.
“He comprado el primer billete, a primera hora, para llegar lo antes posible”, expresó Laura García, fisioterapeuta de 23 años, a punto de subirse al tren en Madrid para ir a Barcelona y reunirse con su novio, al que no ve desde hace tres meses.
En Francia, la población emprenderá hoy una nueva etapa en su desconfinamiento, con la reapertura de numerosos establecimientos de ocio, el regreso de los deportes colectivos y la vuelta generalizada de los niños a la escuela.
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