Mucho antes de que la gente les llamara selfies, Karl Baden se tomó una simple foto en blanco y negro. Luego lo repitió día tras día durante las tres décadas siguientes.
El proyecto «Every Day» («Cada día») de Baden cumple oficialmente 30 años el jueves y dice que no tiene intención de detenerse. La intensa contemplación sobre el envejecimiento y la mortalidad ha llevado a que algunos llamen al profesor del Boston College el involuntario «padre de las selfies».
Al residente de Cambridge, de 64 años, no le gusta que comparen su proyecto con los retratos autocomplacientes que ahora colman Instagram y Facebook, pero reconoce que la omnipresencia de los rostros de personas ha ayudado a elevar el perfil de su obra, que ha sido expuesta en galerías de arte en Boston, Nueva York y en otros lugares a lo largo de los años.
«Si no fuera por la locura de las selfies, probablemente habría quedado en el anonimato como siempre», bromeó Baden esta semana. «Eso es lo que yo esperaba».
Lo que hace que el proyecto funcione es que muestra muchos temas universales, desde la muerte hasta la obsesión del hombre con inmortalizarse de alguna manera, opinó Howard Yezerski, dueño de una galería de Boston que ha expuesto el proyecto en dos ocasiones.
«Es algo personal y universal al mismo tiempo», explicó. «Él está registrando una vida, o al menos un aspecto de ella con la que todos podemos relacionarnos porque todos estamos en el mismo barco, todos vamos a morir», añadió Yezerski.
Robert Mann, propietario de una galería en la ciudad de Nueva York que exhibió el trabajo de Baden en su décimo aniversario, dice estar impresionado con la forma con la que Baden se ha disciplinado. «Ver a Karl envejecer (con gracia) delante de la cámara ha sido un honor», opinó.
Baden lanzó calladamente su proyecto el 23 de febrero de 1987, al día siguiente de la muerte de Andy Warhol y casi dos décadas antes de que surgiera Facebook. Ha tratado de permanecer fiel a esa primera imagen, posando con la misma expresión neutra en la cara y utilizando la misma cámara de 35 mm, trípode, telón de fondo e iluminación.
«El acto en sí es como cepillarse los dientes», explicó. «Solo tomo la foto y sigo con el resto de mi día. No es un ritual santo ni nada parecido».
Baden ha hecho algunos sacrificios para mantener la misma estética. Ha evitado conscientemente que le crezca la barba o el bigote y mantiene un estilo sencillo para peinarse.
«Tengo que convertir todas estas variables en constantes para que no me distraiga del proceso de envejecimiento», explicó Baden.
Además de la mortalidad, Baden dice que el proyecto toca temas como la obsesión, el cambio gradual y la perfección.
«Aunque intento hacer que todas las imágenes sean iguales, fallo todos los días», aseguró. «Siempre hay algo que es un poco diferente, aparte del proceso de envejecimiento».
Con aproximadamente 11 mil fotos, los cambios en la apariencia de Baden no han parecido dramáticos con el paso del tiempo, pero en 2001 él se sometió a quimioterapia para tratarse de cáncer de próstata y adelgazó notablemente.
El cáncer está en remisión ahora y, como muestran las imágenes posteriores, Baden se recuperó rápidamente. El único cambio duradero desde ese momento, dice, han sido sus cejas: Nunca volvieron a crecer.
Baden admite que hubo un solo día en los últimos 30 años en el que no se tomó una foto: el 15 de octubre de 1991. «Fue un momento tonto de olvido», dijo.
Foto: Especial.
Fuente: Excelsior