Los creadores de los emuladores iDOS 3 y UTM SE han explicado que Apple rechazó sus propuestas tras dos meses de revisión, alegando que no cumplen con las nuevas normativas de la App Store. Apple afirmó que estos emuladores violan las pautas de revisión de aplicaciones, especialmente en lo que respecta a la simulación de consolas de videojuegos.
Con la entrada en vigor de la Ley de Mercados Digitales (DMA), Apple está obligada a permitir la publicación de emuladores de juegos en la App Store. Sin embargo, la compañía ha desestimado recientemente la incorporación de los emuladores UTM SE e iDOS 3. Los desarrolladores de estos emuladores han señalado que Apple los rechazó por no ajustarse a las políticas aplicables a emuladores y otras aplicaciones, según las pautas de revisión de la tienda.
Chaoji Li, desarrollador de iDOS 3, indicó que tuvo que cambiar el nombre del emulador de iDOS 2 a iDOS 3 debido a que el primero estaba «en la lista negra» de la App Store. A pesar de estos cambios, Apple rechazó iDOS 3 alegando que «no es una videoconsola retro» y que proporcionaba funcionalidades de emulador sin trabajar específicamente como una consola de juegos retro, tal como lo exige el apartado 4.7 de sus políticas.
Li intentó consultar con Apple sobre los cambios necesarios para cumplir con las políticas, pero no recibió detalles concretos de la compañía. De manera similar, el emulador UTM SE también fue rechazado por la App Store. Apple inicialmente desestimó la propuesta de UTM SE porque no se le podía aplicar la regla 4.7, argumentando que un PC no es una consola. Además, se señaló que la App Store no permite el uso de un compilador de tiempo de ejecución (JIT), lo que afecta negativamente el rendimiento del emulador.
Posteriormente, UTM informó que Apple rechazó el emulador citando la regla 2.5.2, que establece que los emuladores deben ser independientes y no es posible descargar, instalar o ejecutar código que modifique las características o funcionalidades del servicio, salvo en casos educativos.
Información de la mano con El Economista