En los confines de los Andes argentinos, en la vasta y escarpada Puna, se encuentra la que en su momento fue la próspera localidad de Mina La Casualidad. Pese a estar completamente aislada, una mina de azufre cercana le dio vida al pueblo localizado en Salta, en la provincia noroeste de Argentina. Por décadas, los empleados de la mina y sus familias convirtieron este inhóspito lugar en su hogar.
Hoy, Mina La Casualidad es un pueblo fantasma. El cierre de la mina en 1979 marcó su destino. Sus calles vacías y sus casas en ruinas permanecen desiertas, rodeadas de cumbres nevadas y por el silencio de los salares. Sin embargo, una nueva ola de actividad minera ha sacudido la región, esta vez causada por la intensa fiebre por el litio. El ligero elemento metálico es esencial para la fabricación de baterías para el almacenamiento de energía y los autos eléctricos, tecnologías fundamentales para las economías limpias.
Los salares de las inhóspitas mesetas de la Puna, casi intactos durante millones de años, se están transformando en un dinámico centro de producción de litio, trayendo consigo tanto oportunidades económicas como preocupaciones por el daño ambiental. Al norte de las ruinas de Mina La Casualidad, varios camiones de carga pesada cruzan las montañas hacia la mina Mariana, un gran proyecto de litio en construcción, operado por la empresa china Ganfeng, uno de los mayores productores de litio del mundo.
La mina es uno de los cinco proyectos que el gigante del litio lleva a cabo en Argentina, país que se ha convertido en el escenario de una rivalidad estratégica entre China y EE.UU., donde ambos buscan obtener los suministros necesarios para la fabricación de baterías.
Argentina, el cuarto mayor productor de litio en el mundo, posee una quinta parte de las reservas mundiales. Es el segundo depósito más grande del planeta. A medida que la producción del país se dispara, tanto Pekín como Washington quieren llevarse una porción del “oro blanco” de Argentina.
China, el principal productor de baterías de litio y el país que más litio refina del mundo, tiene una ventaja clara cuando se trata de invertir en la incipiente industria argentina. Pero EE.UU., que busca desarrollar sus propias cadenas de producción de tecnología limpia fuera del control chino, está intentando contrarrestar la creciente influencia de Pekín en América del Sur con nuevas inversiones.
Elon Musk, aliado de Milei
Un inversor importante tiene la atención de Milei. El propietario de Tesla, Elon Musk, quien busca asegurar suministros de litio para producir baterías para sus autos eléctricos, ha apoyado y cortejado públicamente al presidente desde su elección.
Después de discutir supuestas “oportunidades de inversión” en litio durante una reunión en abril, Musk escribió en la red social X en mayo: “recomiendo invertir en Argentina”.
Más allá de esta exuberante retórica, China sigue expandiendo silenciosamente su cartera de proyectos de litio en todo el país, consolidando su posición como un socio comercial y financiero clave. A pesar de la oposición de Milei a las políticas socialistas de China, su administración ha preservado sus relaciones diplomáticas con Pekín. Los expertos coinciden en que Argentina no puede permitirse cortar lazos.
La economía del litio en Salta
La provincia de Salta, ubicada en el corazón del auge de la minería de litio en Argentina, ha atraído las mayores cantidades de inversión minera china en años recientes. “Desde la pandemia hasta hoy, el 95% de la minería de la provincia ha estado dedicada al litio”, asegura la secretaria de minería de Salta, Romina Sassarini. “Hoy tenemos la mayor cantidad de proyectos de exploración en el país”.
Información de la mano con El País