Según los datos recabados por la investigación, una mayor exposición a los contaminantes en el aire impacta en menor peso y talla al nacer, precisó María Eugenia Gonsebatt Bonaparte, académica del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, que lideró el estudio.
“Queríamos saber si la contaminación atmosférica afectaba de alguna manera al recién nacido, pues ya había estudios similares en otras ciudades del mundo. Y sí, el aire contaminado que respiran las mamás llega a los bebés”, dijo la también investigadora del Departamento de Medicina Genómica y Toxicología Ambiental.
Explicó que pudieron detectar que algunas partículas que circulan en el aire se unen con material genético y forman aductos de hidrocarburos aromáticos policíclicos.
“La quema de los combustibles -gasolinas, gas- así como los incendios liberan a la atmósfera partículas que reaccionan con nuestras células, se unen al material genético y producen estos aductos que causan mutaciones en nuestro material genético, por lo que se consideran peligrosos”, subrayó.
Para el estudio se analizaron los niveles de material particulado –PM2.5– y Ozono reportado por la Red Automática de Monitoreo Atmosférico de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) de las áreas en las que vivían las mujeres embarazadas.
Además, les tomaron muestras de sangre y también del cordón umbilical de sus recién nacidos.
Se aseguró que las madres no fueran fumadoras o vivieran con un fumador, y que los bebés estuvieran sanos y su nacimiento llegara a término.
“Consideramos las partículas como indicador de que había contaminación y vimos que mientras más expuestos estaban las mamás y los bebés, más aductos de hidrocarburos tenían en su material genético y más daño en sus células sanguíneas”, destacó la experta universitaria.
Aún no se conocen los efectos que a largo plazo podrían tener los infantes sujetos a esta polución. Algunos estudios señalan mayor probabilidad a presentar asma, y otros indican que de adultos tendrían más riesgo a desarrollar enfermedades como cáncer, añadió Gonsebatt Bonaparte.
“No podríamos asegurar que eso va a pasar con los niños, pero es una luz roja o amarilla, al menos, para seguir monitoreando la contaminación, no cesar en la lucha por disminuirla; que se sigan implementando medidas para reducir las contingencias y los incendios en la Ciudad de México”, aseveró la especialista.
El estudio se realizó de 2014 a 2016, con el apoyo de la UNAM y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, pero fue apenas ahora que se dieron a conocer los resultados.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2022, aproximadamente un 99 por ciento de la población mundial vivía en lugares donde no se respetaban las directrices de la OMS.
La experta universitaria consideró que se debe continuar con la investigación en la materia, evitar incendios, quema de combustibles al aire libre, disminuir el uso de coches con mala combustión y optar por los autos híbridos o eléctricos, entre otras medidas.
López-Dóriga Digital