La espectacular embajada de España ante la Santa Sede, la legación diplomática permanente más antigua del mundo, festeja sus 400 años dando a conocer un legado histórico y artístico incalculable que ha llevado incluso a bautizar con su nombre uno de los lugares más bellos e icónicos de Roma, la plaza de España.
El imponente palacio Monaldeschi se convirtió en un lejano 1622 en la sede estable de los embajadores españoles ante los poderosos papas, un hito que España quiere celebrar por todo lo alto a largo del año: conferencias, libros, conciertos, misas y congresos internacionales son algunos de los eventos previstos para celebrar este privilegio único.
Residencia ocasional de los reyes y rehabilitada en 2007 gracias a la aportación de mecenas privados, como Amancio Ortega, el hombre más rico de España, la embajada recoge la herencia de la pionera diplomacia española, nacida en 1480 con Fernando el Católico y que suma entre sus logros el reparto del continente americano.
22 mil ducados
El primer embajador, Gonzalo de Beteta, era un “sintecho” itinerante hasta que llegó el palacio Monaldeschi, en 1622 en régimen de alquiler y 25 años más tarde en propiedad: Iñigo Vélez de Guevara, octavo conde de Oñate, lo compró por 22 mil escudos romanos, “en una época en la que con 4 escudos podía vivir una familia de cuatro personas durante un mes”, dice a Efe, Letizia Rodríguez, secretaria personal de los embajadores desde hace 36 años.
“Tuvo que pedir préstamos a la Obra Pía y a un banquero genovés” y “solo pudo disfrutarlo un año, porque fue reclamado con urgencia en Nápoles, donde se convirtió en virrey”, explica esta apasionada del arte asistente de la embajadora Carmen de la Peña, quien en breve será reemplazada por la exministra Isabel Celaá.
El palacio pasó a la corona en 1654, cuando la plaza cambió de nombre, de Trinitatis a Forum Hispanicum: “Estamos muy orgullosos de que la nación española haya conseguido bautizarla y de que no fuera Francia, que estaba muy golosa por adquirir el palacio para lograr el enclave entero: dominando ya de la parte de la colina hubiese alcanzado de toda la plaza, con su forma fantástica de mariposa”, destaca.
Con 400 años a sus espaldas, la embajada fue incluso la sede de un teatro durante 80 años en el siglo XVIII, “cuando una muchedumbre bíblica acudía a pasar una noche tipo, que incluía una cena pantagruélica, una representación teatral, fuegos artificiales y despedida con la orquesta estable del embajador, 60 músicos que alegraban el casco histórico romano”.
Este “escaparate privilegiado del poder de la monarquía española” jugó además un papel fundamental en la cultura, como muestra la invitación a Diego de Velázquez en 1620, cuando pintó el famoso retrato de Inocencio X.
También Giacomo Casanova, el seductor por excelencia, estuvo en el palacio Monaldeschi trabajando para el cardenal Acquaviva, el impulsor de que la sede disponga de su propia reliquia: el mártir Letancio, un niño de 11 años muerto durante la persecución del emperador Comodo.
Bernini y un patrimonio incalculable
El patrimonio que se ha ido acumulando a lo lago del tiempo es incalculable, aunque no hay duda de que las dos obras esculpidas por un joven Bernini en 1619, Alma condenada y Alma salvada, son la “joya” de la embajada.
“El arte seguía el destino de las dos superpontencias de aquel momento, Francia y España, que no solo se contendían el dominio de la capital sino del mundo conocido; el arte, como la elección de los papas, sufre directamente su influencia y curiosamente Bernini era filofrancés, con lo cual a regañadientes realiza estas obras que acabaran en la Iglesia española de Santiago y Monserrat en Roma para constituir el sepulcro de un canónigo”.
Destaca también la colección de 36 tapices flamencos, franceses e italianos -tres de ellos de 1522- depositada en 1921 por Antonio de Orleans Borbón, duque de Galiera, con esta nota: “para sustraerlos de acreedores de mala fe”, además los retratos de Isabel II de Madrazo y de Fernando VII de Vicente López, sin olvidar la imponente escalinata diseñada por Borromini.
En la lista de sus 155 embajadores destacan nombres como Garcilaso de la Vega o Ángel Sanz Briz, el “ángel de Budapest”, que murió en el palacio en 1980 y cuyo nombre figura en el Jardín de los Justos por haber salvado a más de 6 MIL judíos emitiendo pasaportes falsos cuando era cónsul de España en Hungría.
Una conferencia magistral de la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, dará el pistoletazo de salida el próximo 17 de febrero a las celebraciones previstas por el cuarto centenario, que incluyen libros, conciertos, misas y congresos internacionales, además de una decoración especial de la fachada del palacio.
La Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma con un ciclo de conferencias, un congreso internacional bajo el título “Doctoras de la Iglesia y patronas de Europa”, la presentación de un libro para niños sobre el palacio y un concierto de Jordi Savall son algunos de los actos planeados más destacados.
López Dóriga Digital