La perfección alemana se impuso ante un impetuoso PSG que bajó su intensidad conforme el partido fue dominado por el Bayern. Neymar y Mbappé no fueron capaces de imponer su condición de estrellas y quedaron a merced del conjunto que dirige Hansi Flick, el protagonista de una epopeya interina que dejó altos estándares de victoria y logró la sexta orejona en su historia.
Hoy, la Champions League brilla con un colorido de ausencias en la tribuna, pero con los ecos de una esencia que queda patente en los gritos de alegría y lágrimas de tristeza que han adornado las finales de Copa de Europa en toda su existencia.
En el campo, dos equipos con futbolistas que aseguran el espectáculo en un teatro que no los llenará de aplausos, pero aún así, tienen la firme convicción de lograr que su magia se transforme en goles, en triunfo.
Neymar gozaba de una sonrisa cuando tomaba el balón en espacio largo, mientras Mbappé y Di María asistía su grandeza con rupturas que volvían loca a una defensa Bávara que apelaba a la grandeza del arquero-líbero, Manuel Neuer, quien puso un alto a Ney en su osada entrada al área para retar a su majestad. Thiago Alcántara fue uno de los grandes orquestadores de un concierto alemán; el español se convirtió en una mediocentro dominante.
Bayern, el monstruo goleador de la Champions, tiró a todo su arsenal encima, pero la habilidad de Gnabry y el galope poderoso de Alphonso Davis, apenas podían traspasar los límites otorgados por Kehrer y Bernat, así que buscar a Lewandowski con balones largos fue un buen salvoconducto que permitió a la figura del siempre útil Keylor Navas engrandecerse con sendas desviadas que salvaron su arco.
Un error marcó la diferencia. El condicionamiento de un Kimmich en estado puro permitió que el centro llegara a la cabeza de Coman, mientras el defensa de PSG resbaló y solo quedó como espectador en un remate colocado a segundo poste y sin posibilidad de un heroísmo tico.
Fuente: TUDN
Foto: Especial