El teléfono no deja de sonar en la central de consulta sobre el Covid-19 de Biskek, la capital de Kirguistán, que como otros países de Asia central hace frente a una segunda ola de la pandemia.
“Cuando abrimos a principios de abril, muchas llamadas no eran cuestiones médicas. Pero hoy, prácticamente todas tratan de los síntomas del virus”, explica Askhat Adbykerimov, el coordinador del centro, entrevistado por la AFP.
Según el gobierno kirguis, las llamadas se han multiplicado por 13 en junio. Ahora, este centro, donde colaboran unos 60 trabajadores sanitarios y estudiantes, recibe como mínimo 3 mil llamadas por semana.
La ciudad de Biskek se ha convertido en el nuevo epicentro de la epidemia en Asia central, después de que se redujeran las medidas de confinamiento en mayo en Kirguistán, Uzbekistán y Kazajistán.
El martes, había más de 5 mil casos activos en Kirguistán, es decir, 10 veces más que antes del fin del confinamiento el 25 de mayo.
Las autoridades declararon 99 decesos relacionados con el virus, pero las redes sociales están llenas de pésames y de llamados de ayuda para los hospitales desbordados, lo que hace pensar que el balance real es mucho más elevado.
Aigul Sarykbayeva, de 54 años, espera recibir unos medicamentos en la principal sala de deportes cubierta de Biskek, transformada en hospital. Todavía no ha podido pasar la prueba de Covid-19.
Pero después de haber conseguido que le hicieran una radiografía de los pulmones, le han diagnosticado una neumonía. “A vece me pregunto si todavía conozco a alguien que no haya estado enfermo”, dice esta mujer.
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