Muchas colecciones no tienen valor monetario, sino emocional, lo que permite al coleccionista revivir recuerdos o conectarse a un periodo o tiempo específicos
Seguramente conoces a alguien que colecciona algo, desde piedras de río y pines hasta figuras de plástico o monedas. En gustos se rompen géneros y hablando de colecciones más aún.
¿QUÉ HAY EN LA MENTE DE UN COLECCIONISTA?
Para empezar, muchas colecciones no tienen valor monetario, sino emocional, lo que permite al coleccionista revivir recuerdos o conectarse a un periodo o tiempo específicos.
De igual forma, muchas colecciones ayudan a aliviar ansiedad e inseguridad de perder una parte de sí mismos.
Muchos otros lo hacen por emoción. Coleccionar no es algo sencillo, hay que ‘cazar’ el objeto deseado, a veces son búsquedas de toda la vida que jamás se pueden concretar.
De acuerdo con los psicólogos, coleccionar cosas puede proporcionar seguridad psicológica para llenar una parte del ‘yo’ que falta.
También hay coleccionistas sin emociones que sólo se dedican a adquirir objetos con una meta clara: conseguir algo más a cambio.
Un claro ejemplo es Robert Lesser, un hombre que logró tener una gran cantidad de objetos de la marca Disney, luego la vendió por una suma de siete cifras una vez que el mundo del coleccionismo explotó.
¿ESTÁN ENFERMOS?
Hay casos donde coleccionar se vuelve un tema serio, como por ejemplo, cuando supera el comportamiento ‘sano’ y se convierte en un acaparador.
Según los especialistas, un acaparador es aquel que amontona objetos sin orden ni razón, sólo para sentirse, de cierta manera, ‘cobijados’ por su afición.
Cuando una colección se convierte en acaparamiento es cuando también se vuelve patológica. Y cuando un acaparamiento es patológico, interfiere con la vida cotidiana normal.
Excélsior