domingo, noviembre 24, 2024
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Explotan a migrantes que buscan a hijos; reclusión en california

Tras separarlos de sus hijos al entrar a Estados Unidos, migrantes recluidos en el Centro de Detención Otay Mesa son obligados a trabajar para obtener recursos que les permitan pagar una llamada telefónica para rastrear a sus vástagos, pues no existe una relación que indique dónde fueron depositados.

El salario mínimo en California es de diez dólares por hora; sin embargo, en esta prisión cada recluso recibe un dólar por día trabajado.

Una mujer salvadoreña que logró salir en libertad condicional de esta prisión confirmó que a ella le pagaban un dólar por día por trabajar en las labores de limpieza de dicho centro.

De acuerdo con la declaración anónima de un agente fronterizo, la patrulla y autoridades fronterizas no hicieron lista de niños separados, sólo tomaron fotos de cada familia.

Trabajan en prisión para dar con sus hijos

Migrantes recluidos en cárceles privadas reciben un dólar por día laborado, pero les cobran 85 centavos por cada minuto que pasen al teléfono buscando a sus hijos.

Los migrantes ilegales recluidos en el Centro de Detención Otay Mesa, una prisión privada que es alquilada por el gobierno de Estados Unidos, son obligados a trabajar si quieren obtener dinero para buscar por teléfono a los hijos que les arrebató la administración del presidente Donald Trump.

La senadora y exfiscal general de California, Kamala Harris, denunció que los migrantes que esperan comparecer ante un juez en esa prisión reciben un dólar por día trabajado, pero “les cobran las llamadas telefónicas para tratar de encontrar a sus hijos a 85 centavos de dólar por minuto”, declaró Harris. El salario mínimo en California es de diez dólares por hora.

La legisladora demócrata, que visitó el lugar el viernes, dijo que los responsables del Centro aseguran que los inmigrantes retenidos pueden realizar llamadas telefónicas sin costo a sus hijos y familiares, pero en realidad les cobran por ello, según los testimonios que escuchó al interior de la prisión.

Fuente: Excélsior

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