Los pasillos lucen orgullosos las imágenes de quienes han desfilado por ahí; un libro atesora como oro las firmas de sus estrellas, un juguetero da identidad al recinto que lo alberga, un altar a la Virgen de Guadalupe revela la devoción del país y sus camerinos tejen las más singulares historias de sus huéspedes. Detrás del escenario, los secretos del Auditorio Nacional.
El coloso de Reforma (9 mil 618 asientos) es por quinto año consecutivo el recinto que más boletos ha vendido en el mundo. El año pasado tuvo un millón 466 mil 180 localidades ocupadas, superando así a otros foros como el Radio City Music Hall de Nueva York (6 mil 15 personas), el Royal Albert Hall en Londres (5 mil 272 lugares) y The Axis at Planet Hollywood de Las Vegas (4 mil 600).
En entrevista, Francisco Serrano, director de Operaciones del Auditorio Nacional, y Teresa Hurtado, coordinadora de Prensa, Relaciones Públicas y Acervo, comentan que si bien el recinto tiene características que lo hacen privilegiado, también han tenido que adaptarse.
“El Auditorio Nacional es muy diferente a otros recintos, en primera porque su ubicación lo hace un espacio privilegiado; en segundo lugar es un recinto ecuménico en donde caben prácticamente todo tipo de expresiones artísticas, desde ópera en vivo con recitales, conciertos de rock, proyecciones de películas con orquesta, ballet clásico, hasta jazz”, explica Serrano sobre el Auditorio, el cual tuvo una remodelación en 1991, a cargo de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky.
“Desde su remodelación se han dado espectáculos de muy alta calidad, no importa de dónde vengas, suponiendo que vienes de cualquier punto de América Latina, sabes que puedes llegar a la Ciudad de México a ver un buen espectáculo. Siempre va a haber algo qué ver en el Auditorio Nacional que te va a atraer”.
Contribuyen al atractivo del sitio, agrega el director de operaciones, la dimensión, las características ópticas y acústicas que lo hacen un teatro lírico, de manera que el encuentro del público con el artista se hace de “una manera casi íntima”, aun con el tamaño del foro.
Hay carga emotiva que conlleva venir aquí y esto lo hace entrañable para quien acude al lugar desde hace 26 años al encuentro de su artista favorito, dice Teresa Hurtado.
“Es un lugar donde hay una magia muy particular”.
Un paseo por el recinto. En la entrada del lugar (por la parte costera, donde llegan los artistas) está un altar a la Virgen de Guadalupe. Cuentan que Carlos Rivera un día llegó para cantar, cuando formaba parte de La Academia; se acercó a la Virgen y le dijo: “Un día yo voy a estar aquí —en solitario—”. Cuando hizo su primer Auditorio, regresó a rezarle en agradecimiento.
Adelante de la Virgen se camina por los pasillos que llevan a los camerinos, ahí lucen las fotografías de los artistas que se han presentado, ordenadas de acuerdo con el número de presentaciones que han tenido; al principo está Luis Miguel, seguido de Juan Gabriel, todos con su foto y su placa. Ambos recibieron un reconocimiento especial del Auditorio por estos récords; muy pocos artistas lo han obtenido.
Cuentan con 12 camerinos estándar, seis suites y cinco habitaciones grupales; en la parte de arriba otros dos mucho más amplios, donde suelen instalar a grupos numerosos.
Las excentricidades que alberga el Auditorio
Del Auditorio Nacional se cuentan muchas cosas: que el fantasma de un niño con sudadera roja corre entre las butacas o que es uno de los lugares que más complace a sus exigentes y a veces estrafalarios huéspedes. Peticiones de comida, decorados y acondicionamientos especiales han recibido sus directores.
“Ha habido artistas que solicitaron, por ejemplo, quitar las puertas de su camerino y cambiarlas por cortinas blancas.
“Todo teatro en México tiene un altar, pero muchos artistas tienen una gran preferencia por la Virgen, le traen flores, le ofrecen el show, le agradecen pero también un artista internacional, al contrario, pidió que el altar estuviera tapado antes y durante su show”, comenta Francisco Serrano, director de Operaciones del Auditorio Nacional.
Esto no molesta a sus encargados, están acostumbrados a ello y, dice Serrano, saben que es parte del show.
“Hay ese tipo de peticiones pero finalmente el artista es el dueño del espacio y el Auditorio es una extensión de su casa”.
Teresa Hurtado, coordinadora de Prensa, Relaciones Públicas, hay solicitudes que incluso tienen que ver con la salud del artista.
“Hay quien no quiere una flor en su entorno y puede entenderse por el tema de una alergia”.
Una ocasión, cuenta, una artista extranjera que no quiso fotos durante su show, pero sí permitió una para quedar en el libro de oro; otros famosos no aceptan ser captados ni para dejar un registro de su presentación.
Al final, agregan Francisco Serrano, se trata de darle espacio a todos los artistas y a todas las expresiones artísticas para un público mexicano diverso y exigente.
“El Auditorio es el símbolo inequívoco de la conquista de la cumbre de un artista; llegar al Auditorio Nacional es el anhelo más grande de todos los artistas”.