Con su cuenta de Twitter en la mano, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha comenzado a dictar sus políticas económicas
Pero con pocos sectores ha sido tan claro como con las automotrices, no solo de su país, sino también las del extranjero.
Esta misma semana ha amenazado con imponer «grandes aranceles» a los fabricantes estadounidenses Ford y General Motors (GM), y al japonés Toyota, si siguen ensamblando sus vehículos fuera de EE.UU. y los venden en su país.
«Fabrica en EE.UU.» es la bandera con la que marcha Trump hacia la Casa Blanca, lo que puede ser un preámbulo del tipo de políticas proteccionistas que prometió durante su campaña en estados golpeados durante años por la fuga de empleos.
«Las compañías no se marcharán de Estados Unidos sin ninguna consecuencia. ¡No volverá a pasar!», dijo Trump ante empleados de la empresa Carrier en Indiana en diciembre pasado.
Así anunciaba que había conseguido que esa compañía, fabricante de equipos de aire acondicionado que ya había anunciado que trasladaría su producción a México, se mantuviera en EE.UU.
Pero aunque hay muchas empresas de manufactura en todo el territorio estadounidense, ningunas son tan icónicas como las de los automóviles.
Y es algo que Trump sabe algo a la hora de hacer política.
«La industria automotriz siempre ha sido un símbolo del estatus y salud de la manufactura en conjunto en Estados Unidos«, señala el analista de la industria automotriz Jeremy Acevedo.
«Si Trump puede demostrar que influyó en una empresa como Ford o GM en cómo hacen negocios en apoyo de su estrategia ‘pro crecimiento’, tendrá esperanzas de que haya un efecto dominó en otras compañías e industrias y sigan el ejemplo», explicó el experto de la firma de análisis Edmunds.
La gran migración
Henry Ford no solo estableció en Michigan, (noreste de EE.UU) a principios del siglo pasado la que sería una de las compañías líderes de la producción de automóviles a nivel mundial.
También perfeccionó el concepto de «producción en cadena» que hace posible fabricar una gran variedad de productos en poco tiempo, con eficiencia y optimizando el uso de materias primas.
La gran compañía tocó fondo hace menos de una década, pues estuvo al borde de la quiebra junto a GM y Chrysler debido a la crisis económica mundial iniciada en 2008.
Miles de empleos se perdieron y ciudades como Detroit quedaron desoladas por el duro golpe a su principal fuente económica, la manufactura.
Al sur de la frontera de EE.UU., en cambio, la situación fue muy diferente durante esos años posteriores a la crisis económica.
México superó en 2010 los dos millones de autos producidos.Para 2015 superó los 3,25 millones de unidades, y la proyección es que para 2019 supere los 5 millones, según un estudio del Centro de Investigación Automotriz de EE.UU.
Mientras, EE.UU. dejó de ser el número uno en la producción de autos desde la década de 1980 y se enfocó en las importaciones.
Este cambio se dio por un interés «estrictamente de negocios», indica el informe: «Con una producción más barata, hay mejores precios para los estadounidenses».
Donald Trump es un empresario de la vieja escuela, por lo que no debe sorprender que se haya fijado en uno de los símbolos tradicionales del poder económico estadounidense: la industria automotriz.
Ford, General Motors y ahora Toyota han sido el tema de sus diatribas en Twitter (al igual que las compañías de aviación Boeing y Lockheed Martin).
Aunque los fabricantes de automóviles de Estados Unidos representan directamente solo unos 100.000 empleos, un grano de arena en comparación con el empleo general en Estados Unidos, para hombres como Donald Trump, los automóviles fabricados en Estados Unidos son una fuente de orgullo patriótico.
Es difícil poner el pecho frente a las empresas de servicios financieros o de software, y los autos son una representación muy visible de la destreza estadounidense.
Una campaña de publicidad televisiva para una compañía estadounidense de automóviles el año pasado presentó a George Washington al volante de un coche deportivo, dejando por los suelos a soldados británicos en su estela.
A lo largo de su campaña, el Sr. Trump traficó con ese tipo de sentimiento patriótico, ya que prometió revivir lo que dijo que era un sector manufacturero estadounidense asediado.
Ahora está claro que su llegada a la presidencia no cambiará sus sentimientos.
«¡Paguen!»
Aunque México no es el máximo importador de autos a EE.UU., pues Japón, Alemania y Canadá disputan el primer lugar, tiene un par de ventajasrespecto a otros países.
Por un lado tiene más de 40 tratados de libre comercio con diferentes países y la Unión Europea que le permiten importar materias primas con cobro de aranceles preferenciales.
Por otro, es parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN): «Los autos hechos en México pueden pasar a través de la frontera sin pagar impuestos«, explica Simon Jack, editor de Negocios de la BBC.
Ese ha sido uno de los temas centrales de la campaña de Donald Trump, quien ha repetido que renegociará –primero dijo que lo cancelaría– el TLCAN, y ahora ha amenazado a Ford, GM y la japonesa Toyota.
«Construyan la fábrica en Estados Unidos o paguen un gran impuesto en la frontera», le dijo a Toyota en un mensaje de Twitter este jueves, como ya lo había hecho unos días antes con GM.
«No hay absolutamente ninguna duda de que el ‘fabriquen en EE.UU’ de Trump resuena entre muchos votantes, especialmente aquí en el corazón industrial del país», dice Daniel Howes, columnista y editor de economía del diario The Detroit News, uno de los diarios más grandes de Michigan.
«La verdad es que las familias y los líderes de los sindicatos, los directivos de las automotrices y los empleados que trabajan en el sector han estado esperando décadas para que un futuro presidente de Estados Unidos lo diga».
Al final paga el consumidor
Aunque la idea de fabricar las cosas en EE.UU. entusiasma a muchos, explica Howes, es una propuesta económica «forzada»
«Se desecha fácilmente cuando los números y acuerdos comerciales dicen que tiene más sentido financiero construir productos en el extranjero y importarlos a invertir miles de millones aquí y emplear a los trabajadores estadounidenses».
Ensamblar autos en México se hace con mano de obra barata, beneficios fiscales e incentivos para las automotrices y hasta energía más barata, detalla el reporte del Centro de Investigación Automotriz.
Y eso se traduce en el precio de autos, principalmente los compactos que se venden en EE.UU. y a los cuales puede acceder el consumidor con mayor facilidad.
Para Howes, lo que ayudaría «más que un tuit» a que vuelva la industria automotriz al país es que el gobierno reevalúe -con el costo fiscal que implica- las condiciones que impone a los fabricantes de autos.
«Los próximos meses son una oportunidad para Trump, su equipo económico y el Congreso republicano para dar los fabricantes de automóviles más de una razón para invertir la tendencia».
Sin embargo, Donald Turmp hasta ahora no ha hecho oficiales sus políticas económicas de posibles incentivos a las industrias del país.
Fuente: BBC Mundo