jueves, marzo 28, 2024
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Roman Po­lanski, 40 años fugitivo

Su vida parece la trama de una de sus películas más oscuras. Es más, contiene todos los elementos de intriga propios del género: un acto criminal, excesos, suspenso y una es­pectacular fuga concretada un día como hoy pero de hace 40 años, cuando abandonó para siempre Los Ángeles y se refu­gió en París.

La pesadilla de Roman Po­lanski comenzó el 15 de abril de 1977, cuando fue acusado formalmente de violación por los padres de Samantha Gei­mer, una chica de 13 años con la que sostuvo relaciones se­xuales durante un sesión foto­gráfica el 10 de marzo de ese año en casa del actor Jack Ni­cholson en Santa Mónica, Ca­lifornia, en la que abundó el alcohol y las drogas.

El cineasta de origen fran­copolaco, que ya era mun­dialmente conocido gracias a obras como RepulsiónChi­natown El inquilino, se de­claró inocente en primera instancia, pero más tarde, su defensa cambió la estrategia para declarase culpable por “corrupción de menor”.

En esos meses de angus­tia, el equipo de abogados de Polanski incluso llegó a un acuerdo con los demandan­tes para evitar un proceso pú­blico, pero el 19 de agosto, el juez Lawrence Rittenband lo condenó a tres meses de cár­cel para ser sometido a “exá­menes mentales”.

Los compromisos fílmicos del realizador postergaron la reclusión hasta el 17 de di­ciembre de 1977, cuando in­gresa al hospital-prisión Chino cerca de Los Ángeles, que abandonaría 47 días des­pués por órdenes de la justicia.

Contrario a lo que todos imaginaban, el problema es­taba lejos de acabarse y al en­terarse de que corría el riesgo de ser condenado a la pena máxima de 50 años, Polanski decide, el 31 de enero de 1978, hace 40 años, cruzar el Atlán­tico para refugiarse en París.

“Fue tal shock de saber que no había acabado después de salir de la cárcel. ¡Libre! Con tu hatillo (pequeños enseres) bajo el brazo, con el abogado esperán­dote fuera, de pie, en tu mente todo ha acabado.

Y luego el juez cambia de opinión. Y tengo que volver a pri­sión, y nadie sabe cuán­to tiempo. Simplemente no podía pasar por eso”, declaró el realizador a la revista Vaini­ty Fair en septiembre de 2013.

El 24 de febrero de 1978, el juez Paul Breckenridge se niega a pronunciar un vere­dicto en ausencia, con lo que Polanski se convierte en fu­gitivo de la justicia estadu­nidense, país al que intenta regresar por p r i ­mera vez en 1994, cuando le es negado el per­dón por parte del procurador encarga­do del expediente cri­minal, Roger Gunson.

Antes de esa petición, el cineasta finiquitó el proceso civil pagando 225 mil dólares a Samantha Geimer, quien el primero de marzo de 2003 lo “perdona” públicamente al tiempo que reitera la viola­ción de la que fue objeto.

“Él (Polanski) me hizo be­ber champaña y tomar Qaalu­de (metacualona). Y abusó de mí”, fueron las frías palabras de Geimer, quien con su pro­nunciamiento buscaba que el cineasta pudiera asistir a la ceremonia del Oscar del 23 de marzo de 2002, en la que fue nombrado, en ausencia, Mejor Director por El pianista.

El Oscar lo recibió una fría mañana de septiembre de ese mismo año en su casa de Pa­rís de manos del actor Harri­son Ford.

Pero lejos de rendirse, su defensa ha insistido para que el estado de California aban­done los cargos contra su cliente, quien el 26 de sep­tiembre de 2009 fue arresta­do al llegar a Zúrich, Suiza, en cuyo festival se rendiría un tri­buto a su trayectoria.

En virtud de un acuer­do estadunidense-suizo, fue “puesto en detención provi­soria con miras a la extradi­ción” que había sido pedida en 2005.

Después de pagar una fianza de tres millones de eu­ros, Roman Polanski, hoy de 84 años de edad, queda bajo arresto domiciliario en su chalet de Gstaad (Alpes sui­zos), donde es obligado a por­tar un dispositivo de seguridad y un brazalete electrónico.

En 2010 la solicitud de ex­tradición hacia Estados Uni­dos fue rechazada por la ministra suiza de Justicia Eve­line Widmer-Schulumpf.

“No sé si esos asuntos se solucionarán algún día.

“Como todo el mundo sabe, Samantha Geimer lleva más de 30 años pidiendo que esto acabe, pero los jueces que heredan el caso lo man­tienen vivo.

“¿Quién sabe? Quizá algún día alguno de ellos decida de­jar de hacerlo. Pero ya se sabe que son corruptos que se cu­bren unos a otros. Yo hice todo lo que estaba en mi mano para que el asunto terminara. Me declaré culpable, regresé a Estados Unidos y fui a prisión, pero la gente se olvida de eso”, explicó recientemente el rea­lizador a Esquire en su edición española.

En esa misma charla sos­tenida con motivo del estre­no de su más reciente thriller, Based on a True Story, basado en el libro homónimo de Del­phine de Vigan y que se exhi­bió en el Festival de Cannes 2017, Polanski acepta que no ha sido fácil repasar su vida para la reedición de su autobiografía Roman by Polanski.

“Cuando escribes un relato de tu existencia tienes que ser exacto, y para eso tienes que escarbar en tus recuerdos. Pero lo que encuentro cuando rebusco en mis recuerdos no es agradable”.

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