En los últimos meses, la delincuencia cibernética tomó una velocidad que dejó rezagados a miles de usuarios. Los estafadores perfeccionan sus métodos casi cada semana, mientras que la mayoría de las personas apenas alcanza a reconocer el primer síntoma de un ataque.
Las llamadas de extorsión y los mensajes que llegan por WhatsApp o SMS siguen siendo el pretexto más efectivo para enganchar a sus objetivos. Detrás de esa comunicación tan casual hay centros de operación instalados en otros continentes.
Equipos enteros se dedican a operar computadoras y servidores que marcan sin descanso. No improvisan. Trabajan con listas segmentadas por edad o zona, así que no sorprende que los adultos mayores reciban la mayor parte de estos contactos.
De acuerdo con Rafael Morales, especialista en ciberseguridad con casi dos décadas de experiencia, las bases de datos que usan se consiguen en la red oscura, donde se venden paquetes completos organizados por rangos de edad, códigos postales o hábitos de consumo. Es un mercado que funciona en silencio, casi siempre de madrugada, como si fuera un tianguis digital que nadie quiere ver, pero todos saben dónde está.
Excelsior
