Un grupo de cinco mexicanas radicadas en Estados Unidos y Canadá se planteó hace tres años el objetivo de clasificar a los Juegos Olímpicos de Invierno en curling, un deporte casi inexistente en México, en un esfuerzo solventado con recursos de las propias seleccionadas nacionales.
De San Diego a Vancouver, pasando por Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas, Adriana Camarena, Estefana Quintero, Karla Knepper, Verónica Huerta y Karla Martínez, profesionistas de actividades inconexas entre sí, pero unidas por el amor al curling, protagonizan un atípico caso que, además, supera la barrera de la distancia para alcanzar lo que parecía un logro improbable: ser parte del proceso clasificatorio para pelear por los últimos dos boletos disponibles para Milano-Cortina 2026.
“Si me hubieran dicho hace algunos años que estaría en un proceso para clasificar a unos Juegos Olímpicos con la selección nacional les diría: ¿Qué estás fumando?”, suelta Verónica Huerta, delantera del equipo mexicano, quien practica curling desde 2020.
“Las cosas se fueron dando, encontré un espacio donde entrenar, conecté con gente que me ayudó a subir mi nivel de juego y ahora ya cambiamos en colectivo la mentalidad. ¡Qué padre que llegamos a este punto!, pero ahora hay que ir al siguiente porque la meta siguen siendo los Juegos Olímpicos”, agrega Huerta, nacida en la Ciudad de México y quien vive en Los Ángeles, donde trabaja como microbióloga especializada en prevención de infecciones.
Los orígenes de la selección mexicana
La figura de Adriana Camarena ha sido fundamental en la consolidación del proyecto de la selección femenil. A ella se le considera la pionera del curling en México. Su entusiasmo ha sido esencial para la integración de un equipo en medio de una diáspora de practicantes mexicanas alrededor del mundo.
Doctora en derecho, académica y consultora, Camarena fue parte de la primera representación mexicana en el Campeonato Mundial de Curling en la modalidad de dobles mixtos realizado en Stavanger, Noruega, en 2019, donde finalizó en el lugar 46 jugando en mancuerna con Ramy Cohen.
Esta participación fue el paso inicial para integrar un equipo femenil que ya estaba en curso aunque el plan se vio interrumpido por el confinamiento que provocó la pandemia.
“Llevo 15 años practicando este deporte”, comenta Camarena, capitana de la selección nacional y quien vive en San Francisco. “Pasó la pandemia y tuve la oportunidad de volver a formar equipo y fui reclutando curlers mexicanas por donde me las encontraba. Tuve mucha suerte porque son mujeres que les gusta competir, entrar al alto rendimiento y así formar la Selección Mexicana”, añade la deportista de 54 años.
En aquel primer equipo también se encontraba Estefana Quintero, quien fue la única en retomar el proyecto junto a Adriana Camarena en la construcción de la selección femenil que ahora busca su boleto olímpico.
“Lo más difícil ha sido encontrar jugadoras, ya después es formar equipo, compaginar personalidades y luego en lo individual es aprender esas habilidades que tienen los deportistas de alto rendimiento, que es el control mental y la salud emocional”, apunta Camarena.
Entrenar a distancia
La principal adversidad que enfrenta la selección femenil de curling es la dificultad que implica conformar un equipo cuyas integrantes radican en diversos puntos de Estados Unidos y Canadá a lo largo de la llamada Costa Oeste, reto que han tenido que contrarrestar apoyándose en la tecnología.
“Creo que lo más difícil es poder viajar y vernos, coordinarnos porque tenemos nuestro trabajo y nuestras vidas personales, entonces al principio era difícil hasta que se empezó a dar el click de que este es otro trabajo, tienes que hacer un calendario, unos horarios específicos para esto y ya que todas empezamos a entenderlo, comenzamos a conectarnos mejor”, relata Estefana Quintero de 35 años.
Sobre las dinámicas que utilizan para trabajar a distancia a través de videollamadas Quintero, una diseñadora de interiores que vive e Vancouver, explica:
Podemos dejar de tarea ver un partido y después lo platicamos. También tenemos un programa en la computadora que es un tablero de curling y empezamos a mover piedras y empezamos a hablar de estrategia, así que cada una tiene videos de cómo juega, cómo se desliza y se los mandamos a los coaches, esa información se comparte entre todas para saber en dónde está cada quien para juntar lo que tenemos y enriquecerlo.
En este proceso, las figuras de los entrenadores canadienses Doug Dalziel y Robbie Gallaugher emergen como el complemento que le da estructura a la preparación de la selección femenil. Ellos voluntariamente se han sumado al proyecto del equipo mexicano y, según cuentan las seleccionadas, no cobran por sus servicios en esta ruta con miras a los Juegos Olímpicos.
“Ellos representan para mí lo que se llama el espíritu del curling que es como nuestro código de honor que uno transmite de generación a generación las enseñanzas. Ellos ya imprimen su sello con eso en el equipo, pero encima de eso son altamente calificados como coaches en Columbia Británica donde han sido entrenadores capacitados y además con mucho éxito, así que hemos decidido darles nuestra entera confianza”, asegura Adriana Camarena.
Recursos propios y una federación de papel
La falta de apoyo y el desarrollo que las seleccionadas mexicanas de curling han alcanzado en sus respectivas profesiones han permitido que las propias jugadoras sean las encargadas de solventar los gastos tanto de su preparación como de su presencia en distintas competencias.
Sin embargo, esta situación ha derivado en que las jugadoras deban alternar sus trabajos con los compromisos deportivos del equipo nacional, lo que implica un déficit en su preparación y enfoque en el curling respecto a los países rivales.
“Es súper difícil porque ser un atleta de alto rendimiento sí requiere de muchos recursos no sólo económicos sino tiempo. Trabajo ocho o nueve horas, luego el gimnasio y después tenemos juntas de estrategia de equipo, tenemos que viajar para juntarnos a entrenar, a jugar torneos, entonces sí es difícil, pero tenemos las ganas, ese sueño; esa energía de si no es ahora, ¿cuándo? y si no somos nosotras, ¿quiénes?”, admite Verónica Huerta, deportista de 43 años.
Cuando logran empatar calendarios para entrenar juntas, por logística y practicidad la selección mexicana viaja a la ciudad de Las Vegas, lugar donde reside Karla Knepper, quien es la jugadora con menos tiempo en el equipo, pero cuya aportación como vicecapitana y anfitriona de las concentraciones en las instalaciones de CurlVegas, ha sido de ayuda para gestionar los entrenamientos en un lugar que cuenta con un lugar especializado para la práctica del curling.
“Son días largos, es mucha dedicación y sentimos que tenemos dos trabajos de tiempo completo, pero es la única manera de hacerlo en este punto”, apunta Knepper, quien nació en San Luis Potosí y radicó en Ciudad Juárez antes de migrar a Estados Unidos, donde estudió meteorología y actualmente se desarrolla como agente de bienes raíces.
En este contexto, la existencia de la Federación Mexicana de Curling, presidida por Rodrigo Vélez, si bien ha sido indispensable para que México cuente con una representación oficial que ahora aspire a competir por una plaza a los Juegos Olímpicos de Invierno, no ha sido capaz de gestionar los recursos necesarios para respaldar la presencia de la selección femenil en el proceso clasificatorio y sólo se ha encargado de otorgar los avales correspondientes.
Afiliada en 2016 a la World Curling, máxima autoridad de este deporte a nivel internacional, la Federación Mexicana de Curling no con cuenta con Registro Único del Deporte, requisito para solicitar apoyos del gobierno federal a través de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), ni ha buscado el respaldo del Comité Olímpico Mexicano (COM) o promovido la captación de patrocinios para respaldar este proyecto.
Proceso contactó tanto a Rodrigo Vélez, como a Fernando Asbun, director general de la federación, para conocer en qué estado se encuentra el desarrollo de este deporte en México, así como el acompañamiento de la selección femenil. Sin embargo, ambos ignoraron la solicitud de entrevista.
El ajedrez del hielo
El curling es un deporte que se practica en una cancha trazada sobre una superficie de hielo con una medida aproximada de 45 metros de largo y cinco de ancho, con una diana de 3.6 metros de diámetro conocida como ‘casa’, con apariencia similar a la que se utiliza en los deportes de precisión y en la que los competidores se turnan para para deslizar piedras de granito con un peso de 20 kilogramos con el objetivo de ubicarlas lo más cercano al centro durante 10 entradas, o ‘ends’ en los partidos de ambas ramas, y a ocho, en la competencia mixta.
Además del impulso que se les da al arrojarlas con la mano, la ruta de la piedra debe ser tallada durante su recorrido con unos cepillos similares a una escoba con el propósito de dirigir el granito al punto deseado manipulando la fricción con el hielo.
A menudo satirizado por su peculiar forma de practicarse, detrás de su aparente simplicidad, el curling encierra una elaborada y precisa estrategia, al grado que también es conocido como el “ajedrez del hielo”, ya que se dice, nunca hay un partido igual a otro y cada enfrentamiento conlleva una serie de factores que deben tomarse en cuenta para ganar un duelo.
“El hielo del curling es una de mis pasiones, a veces no lo vemos, pero es nuestro campo y jugamos sobre un elemento cambiante durante el transcurso de un partido y en ese sentido me encanta poder observar y entender cómo cambia el hielo a lo largo de un partido”, explica Adriana Camarena, quien se encarga de plantear la estrategia en los partidos.
Incluso mi papel es marcar ese ajedrez sobre hielo, entonces yo soy la última que tira en el equipo, pero voy marcando dónde se deben posicionar las piedras dependiendo de cuál es el objetivo de la entrada, ya sea si vamos empatadas, arriba o abajo, así que según lo que haga el otro equipo vamos afianzando nuestra meta de la entrada y eventualmente del partido para ganar -detalla-.
Los orígenes del curling se remontan a cerca de 500 años en los lagos congelados de las tierras bajas de Escocia y primer reglamento escrito data de 1838. Durante estos años ha ido ganando adeptos con el paso del tiempo y ha forman parte del calendario olímpico invernal de manera intermitente entre 1924 y 1992.
Finalmente fue reintegrado al programa de la justa a partir de la edición de Nagano 1998, hecho que catapultó la popularidad de este deporte a nivel global, permitiendo que más países se sumaran a su práctica, como México.
El camino a Milán
La selección femenil de curling emprenderá el primer paso hacia la clasificación a Milano-Cortina 2026 en el marco del torneo clasificatorio al preolímpico a realizarse del 7 al 11 de octubre en Aberdeen, Escocia, país considerado como ‘La Meca’ de este deporte.
Además de México, la competencia contará con la participación de Australia, China Taipei, República Checa, Alemania, Hungría y Lituania. Los primeros tres lugares de la competición obtendrán su pase al preolímpico de Kelowna, Canadá, en donde se definirán las últimas dos plazas disponibles para competir en la justa invernal.
“Ya hemos jugado con la mitad de esos equipos y les hemos ganado, así que con el esfuerzo que hemos hecho estoy muy confiada de que podemos acabar en esos tres lugares”, adelanta Estefana Quintero, quien en 2022 compitió también en el Mundial Mixto.
La Selección Mexicana de curling ganó el derecho a ser parte del proceso de clasificación olímpica gracias a su ascenso a la División A en 2023 y su permanencia en la categoría al año siguiente.
Pero además de la búsqueda de la clasificación olímpica el equipo femenil de curling tiene entre sus objetivos sembrar una semilla para promover la práctica de este deporte en México, así como reforzar el interés de más curlers que vivan fuera del país, comunidad que, según las seleccionadas, va en aumento.
“Aunque vivo en Estados Unidos es importante para mí representar a México de la mejor manera posible, es algo que está en nuestro corazón y como somos realmente el primer equipo tenemos esa responsabilidad de dar nuestro mejor esfuerzo”, asegura Karla Knepper.
“Lo que estamos tratando de hacer es que practique más gente, que haya generaciones futuras que se interesen. No queremos que después de que nosotras dejemos de jugar ya no haya más curling en el país, queremos que crezca, venimos a plantar esa semilla para que pueda crecer y continuar el deporte en México”, concluye la curler de 48 años.
Información de Proceso.