Entre sirenas, banderas tricolores ondeando y un nudo de emociones, más de 900 migrantes mexicanos atravesaron la madrugada de ayer el puente internacional de Nuevo Laredo procedente de Texas.
No es una caravana cualquiera, es el reencuentro anhelado con sus raíces, un ritual de verano que se hace año con año tras desatarse la violencia de los grupos criminales que operan en la frontera.
245 vehículos, muchos tironeando “trailas” y “jaulas” repletas de regalos para sus familias o con sus pertenencias avanzaron lentamente desde Laredo, Texas, hasta el lado mexicano.
Empleados del INM sostenían banderas tricolores: “Bienvenidos señores, adelante” se escuchó una voz cálida de un agente de migración mientras los primeros vehículos pisaban México.
Patrullas y unidades de Protección Civil escoltaban el paso, listos para acompañar a la caravana hacia Querétaro y otros estados de la República Mexicana.
“Estamos aquí” se escuchó la voz de una viajera mientras vibraba un coctel de nerviosismo, alegría y alivio.
“Nos están dando la bienvenida, estamos ya en territorio mexicano partiendo a Querétaro principalmente y a distintas ciudades de Mexico”, agregó la mujer.
El regreso tiene también un matiz amargo pues muchas de estas familias han decidido ya no volver a la Unión Americana.
Juan Fernando Rocha Mier, fundador de la caravana de migrantes confirmó la versión.
Ante la situación actual en la nación anglosajona, algunos integrantes del grupo decidieron que ya no van a regresar.
La nación anglosajona que una vez los acogió ahora los empuja a replantear su futuro ante las nuevas políticas de Donald Trump.
Excelsior