El comienzo del partido se caracterizó por un estudio constante entre ambas escuadras, que se mostraron reacias a tomar la iniciativa para atacar y arriesgar. Los equipos desplegaron tácticas minuciosas, diseñadas no solo para analizar las virtudes del adversario, sino también para identificar y explotar sus debilidades.
Hasta que el equipo estadunidense decidió que era momento de dejar atrás el análisis cuidadoso y lanzarse al ataque con determinación, con que el partido adquirió un ritmo diferente, uno vibrante y vertiginoso. La selección mexicana respondió de manera inmediata a los embates contrarios, y por medio de Yael Padilla en tres cuartos de cancha encontró el desequilibrio que necesitaba para pisar con frecuencia el área rival.
En un desborde, Diego Sánchez tomó la pelota con decisión, la arrastró por la banda y tras un enganche, metió un centro preciso con dirección a Stephano Carrillo quien no logró conectar, pero el esférico picó peligrosamente hacia la portería rival, donde el guardameta Adam Beaudry, con reflejos felinos, se lanzó en una estirada desesperada para desviar el balón a tiro de esquina.
Tras el córner, Adam Beaudry volvió a erigirse como el guardián imbatible de la portería estadunidense. Con una atajada en la raya, frustró lo que parecía un gol seguro de Diego Ochoa, quien conectó el esférico con precisión quirúrgica hacia el segundo poste. Pero Beaudry, en un alarde de reflejos y destreza, desvió la trayectoria del balón, con lo que eludió la desventaja en el marcador.
El arranque de la segunda mitad se convirtió en el punto de inflexión del partido. Mientras la selección Tricolor comenzaba a mostrar un dominio creciente en el campo, Nimfasha Berchimas emergió como el protagonista inesperado. Con una precisión letal, lanzó un disparo de media distancia que se incrustó en el ángulo superior izquierdo de la portería defendida por Emmanuel Ochoa. Acción que no solo abrió el marcador, sino que obligó al cuadro azteca a enfrentar una ardua batalla, y remar contra la corriente con la esperanza de igualar el tablero.
Algo que si sucedió con la selección mexicana que tripuló por aguas turbias, cuando se lanzó al ataque con fervor en busca del empate, mostró su peligrosidad en cada desborde, centro y jugada a balón parado. La persistencia tiene sus recompensas, y la suerte finalmente pareció sonreírle al equipo azteca. Después de una salida errática del guardameta Adam Beaudry seguido de una serie de rebotes, Stephano Carrillo envió el balón al fondo de la red, con lo que igualó el marcador. Sin embargo, a diferencia de la suerte, el destino tenía otros planes: tras una revisión exhaustiva del VAR, la mala fortuna se cebó con el equipo mexicano y el gol fue anulado.
En la recta final del partido, la selección mexicana desplegó un ataque incesante y apasionado, donde con insistencia cada oportunidad de igualar el marcador. Cada avance era una demostración de determinación y ganas, con el equipo tricolor lanzándose al frente en busca de redimir el resultado. Sin embargo, la escuadra de las barras y las estrellas, con una defensa sólida, mantuvo su fortaleza en la retaguardia. Cada embate mexicano fue rechazado con precisión, y cada intento de igualar el la pizarra se encontró con la resistencia firme de los norteamericanos. A medida que el tiempo avanzaba, la tensión creció, y los esfuerzos del equipo Tricolor se encontraron una y otra vez con la barrera impenetrable que el conjunto estadunidense había erigido.
Pero el equipo mexicano aún guardaba una última carta por jugar, ese as oculto que surge desde lo más profundo del coraje, la determinación y el deseo inquebrantable. En una jugada de esperanza y desesperación, un centro preciso de Yael Padilla desde la banda derecha encontró la cabeza de Mateo Levy, quien, con un remate certero, logró enviar el balón al fondo de la red y enviar la final al alargue.
El tiempo extra se transformó en un escenario de frenética actividad, con Adam Beaudry como el protagonista de una serie de intervenciones decisivas. Cada intento de México por vulnerar su portería se encontró con la firmeza del guardameta. El equipo tricolor, imbuido de una insistencia ardiente, dominó la posesión del balón y desplegó ataques continuos. Pero a pesar de su tenaz control y las numerosas llegadas al área rival, el gol seguia siendo esquivo, hasta que, en el minuto 120, cuando el reloj parecía detenerse, apareció Diego Ochoa como un héroe inesperado. Con un remate de cabeza lleno de determinación, marcó el tanto que le otorgó a México el título del Premundial de CONCACAF.
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