Brasil comenzó a ser blindada a partir de este viernes para la investidura del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que será celebrada el domingo bajo una estricta seguridad frente a las amenazas de la ultraderecha más violenta y radical.
La vasta operación policial que se prepara para el domingo, que movilizará a unos 15,000 agentes de todos los cuerpos de seguridad del Estado, comenzó a ser desplegada en la avenida Explanada de los Ministerios, donde se concentrará toda la ceremonia de investidura.
El tránsito de vehículos por la avenida fue totalmente prohibido este viernes y también se restringió el paso de peatones. Además, comenzaron a ser instaladas vallas en todos los accesos a ese bulevar, que se extiende a lo largo de unos dos kilómetros.
La preocupación de las autoridades está enfocada en las amenazas que han surgido en unos radicales grupos de ultraderecha que respaldan al presidente saliente, Jair Bolsonaro, que en las últimas semanas han protagonizado protestas violentas en Brasilia.
Un miembro de esos grupos fue detenido el pasado fin de semana después de que instaló una bomba en un camión cisterna que se dirigía al aeropuerto, donde planeaba provocar la explosión.
Esos ultras más violentos están vinculados a grupos que, desde el 31 de octubre pasado, un día después de las elecciones, acampan a las puertas de los cuarteles para exigir un golpe de Estado que impida la investidura de Lula y mantenga a Bolsonaro en el poder.
Este viernes, sin embargo, el presidente saliente rompió el silencio en que se había sumergido desde su derrota en las urnas y desalentó los actos violentos, aunque pidió a los suyos que mantengan una dura oposición a Lula.
Entre ellos, figuran el rey de España y los líderes de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay, así como los presidentes de Alemania y Portugal.
A última hora, podría llegar también el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuya entrada a Brasil había sido prohibida por el Gobierno mediante un decreto de 2019 y que ya fue revocado este mismo viernes, en lo que ha sido el primer paso hacia la restitución plena de las relaciones que ha prometido Lula a partir del 1 de enero.