En su primer partido de la gira de arcilla, el primero también sobre esta superficie desde que perdió con Djokovic en las semifinales del último Roland Garros, Nadal demostró de nuevo que la tierra carece de secretos para él, que maneja como nadie todos los automatismos y, salvo imprevistos, volverá a ser uno de los máximos candidatos al título en París. Tal vez sea pronto para decirlo, sí, y el juicio pueda resultar temerario al tratarse sólo de un partido ante Miomir Kecmanovic, un chaval con buena mano, pero aún sin hábitos adquiridos en un territorio que así lo requiere.
Pero, aún con algún desliz propio de la convalecencia, la impronta del español 43 días después de su último partido, la final de Indian Wells donde perdió contra Taylor Fritz, ya condicionado por la lesión en las costillas producida en las semifinales ante Alcaraz, empieza a asemejarse a la del Nadal de toda la vida, a ese jugador que, no lo olvidemos, transita por 2022 con una sola derrota y tres títulos, entre ellos el Abierto de Australia, antes del obligado paréntesis.
Nadal venció por 6-1 y 7-6 (4), en una hora y 55 minutos, y disputará este jueves los octavos de final del Mutua Madrid Open, torneo del que es pentacampeón.
Cuando tuvo que suspenderse el partido en la Caja Mágica para habilitar el techo retráctil debido a la lluvia, Nadal dominaba por 6-1 y 0-1.
Kecmanonovic, que, en los cuartos de Miami, frente a Alcaraz, coprotagonizó uno de los encuentros más atractivos de la temporada, intentaba proponer, pero carecía de los golpes de transición tan necesarios en polvo de ladrillo.
Desde que rompió en el cuarto juego, Nadal se fue adueñando del juego, con buenas prestaciones en el servicio, en el resto y en todos los órdenes, en particular, asunto que no es baladí, a la hora de dominar con su drive.
El Mundo.