María a los 12 años fue raptada y obligada a estar al servicio de la organización criminal de “Los Maras”, en Honduras. Era espía (halcón), vigilaba todos los movimientos de las autoridades locales para evitar que los líderes e integrantes de la banda criminal, fueran detenidos mientras cometían algún delito. Durante seis años fue víctima de vejaciones, violaciones y todo tipo de violencia.
“A los 12 años dejé de estudiar, pues cuando yo iba creciendo, ellos miraban que iba creciendo y pues, los de las Maras son de que cuando ellos dicen algo lo hacen sin pedir permiso, cuando ellos dicen vas a ser para mí y lo hacen, aunque uno diga no y lo primero son amenazas y las amenazas son para la familia, de que, si uno no hace las cosas, pues van acabar con ellos”, relata María.
A los 18 años, cansada de los golpes, violaciones y amenazas, tomó la decisión de salvar su vida, solo una mochila y dos mudas de ropa la acompañaron a cruzar -sola- por su país natal. Después El Salvador y Guatemala hasta llegar a Chiapas. En su hogar, sola, se quedó su abuela de 99 años, su único familiar a quién ya no volverá a abrazar, porque hoy María se quedó varada en una de las estaciones migratorias de la frontera sur mexicana.
Ella nació en San Pedro Sula, Honduras, su historia no es diferente a las de muchas de sus compatriotas. Fue abandonada por su madre, por eso su abuelita fue la encargada de criarla, alimentarla y «protegerla», esto último no sucedió, por eso tomó la decisión de salir de su lugar de origen y caminar hasta llegar a México, donde algunos integrantes de los “Maras” la siguieron, afortunadamente un mexicano la ayudó a librarse de los criminales.
Hoy comparte, una historia similar Paulina, que a sus 14 años tuvo que dejar Honduras ante el constante hostigamiento de los “Maras”, quienes intentaron secuestrarla e integrarla a su organización criminal. Pau fue amenazada de muerte junto con su familia, lo que generó que saliera de su hogar y con el miedo e incertidumbre se integró a las caravanas migrantes que cruzaron países centroamericanos con destino a México para cambiar de vida.
Algo similar vive Karina, que a sus cinco años, aún no entiende porqué salió de casa, aún no entiende porqué dejó a su abuelita y se encuentra en un país, donde la tienen entre rejas (estación migratoria), donde no la dejan jugar. Y hay una pregunta que la sigue a cada rincón de la estación migratoria donde se encuentra, una pregunta que a su vez, es lo que más extraña.
“Las flores de mi abuela y ahora no sé quién les va a echar agua”, dice Karina.
*La ruta de la violación*
Redes criminales, trata de personas, desapariciones forzadas y violaciones masivas, son parte de lo que deben sortear miles de niñas y mujeres que recorren los cuatro mil kilómetros que separan Centroamérica de Estados Unidos.
De acuerdo con las organizaciones feministas, Fondo Semillas, Instituto para las Mujeres en la Migración (Inmumi), y “Las Vanders”, en el año en curso se incrementó el cruce a territorio mexicano de niñas y niños migrantes sin acompañamiento. Es decir, una de cada cuatro niñas migra del llamado Triángulo del Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador, Guatemala), sin compañía de un adulto o en compañía de un menor de edad.
A decir de Gretchen Kuhner, directora del Instituto para las Mujeres en la Migración (Inmumi), la edad de las menores que cruzan la frontera sur oscila entre los 14 y 17 años.
“Nosotros hemos visto en el Inmumi niñas que están saliendo sin familiares o algunas veces con alguna pareja, algunas veces con niños y niñas chiquitas, pero son edades adolescentes”.
Datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, entre el primero de octubre de 2018 y el 30 de septiembre pasado, el gobierno de México detuvo a 76 mil 20 menores que viajaban sin sus padres.
30 mil 329 niños, niñas y adolescentes provenían de Guatemala, seguidos por los de Honduras con 20 mil 398; El Salvador, 12 mil 21 y México 10 mil 487 que fueron deportados a su país de origen. Los 2 mil 785 menores restantes, serán deportados en los próximos meses a sus países de origen.
Para Emilia Bautista, directora de la Organización “Las Vanders”, las condiciones de los centenares de niñas sin compañía en la frontera sur, les traen graves consecuencias en su salud.
“Hay muy poco cuidado hacia las niñas que están ahí, las niñas que están ahí están viviendo en situaciones muy precarias, están viviendo problemas de salud que no son atendidos, están durmiendo en la calle, están atravesando dificultades muy complejas y pareciera que eso no va a parar que eso no va a cambiar”.
A la vez, que sufren dentro y fuera de las estaciones migratorias la violación de sus derechos humanos por parte de los funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM), quienes tienen la instrucción de evitar que más migrantes centroamericanos regularicen su estancia en territorio mexicano.
“Hemos hablado con varias mujeres que están ahorita varadas en Tapachula y nos han informado que las autoridades les dicen que los documentos que ya tiene en trámite no son válidos y se los rompen”, comentó Emilia Bautista.
Sobre todo, que las niñas son tratadas como delincuentes por los funcionarios del INM, quienes han olvidado los diversos tratados que México ha firmado con autoridades internacionales, con la finalidad de proteger a la niñez en territorio nacional, como lo señala Laura García Coudurier, directora Ejecutiva de Fondo Semillas.
“Cuándo un niño, una niña están cruzando sola la frontera, en búsqueda de oportunidades o para reunificarse con su familia o porqué está huyendo de la violencia, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que es niña, no es una ilegal, no es una delincuente y no es una persona que requiera que se le detenga, requiere que se le proteja”.
García Coudurier, dijo que “Historias como las de María exponen la urgencia de que Fondo Semillas siga apoyando a las organizaciones que en nuestra frontera sur están defendiendo los derechos humanos de miles de niñas y mujeres que son forzadas a huir de sus lugares de origen a pesar de que su trayecto hacia el norte esté plagado de peligros, para que migrar no les cueste la vida”.
“Las niñas, la verdad, vienen con mucho dolor, quieren salvar su vida. Uno de los problemas más grandes que yo me he encontrado y que sí he platicado con la gente es que dicen ‘los migrantes van a venir a hacer problemas’. No, son seres humanos como nosotros”, declaró Juanita Cruz, directora de Tzome Ixuk, organización con sede en Las Margaritas, Chiapas, que recibe financiamiento de Fondo Semillas y que, además de dar refugio temporal, ayuda psicológica y jurídica a mujeres migrantes y sus hijos, realiza un trabajo de concientización con la comunidad para que comprenda que migrar no es un delito.
“En México estamos privando de la libertad en estaciones migratorias saturadas y sin condiciones dignas que garanticen los derechos básicos a miles de personas, muchas de ellas niñas y niños que vienen huyendo de la violencia, forzadas a dejar su tierra en búsqueda de paz y seguridad. Estamos criminalizando la migración y esto tiene que parar”, añadió Esmeralda Casillas, de Kaltsilaltik AC, otra de las organizaciones que Fondo Semillas financia. Tan solo en el primer semestre de 2019, más de 33 mil infantes han sido detenidos en nuestro país, 130% más que en 2018.
Excélsior
Excélsior