viernes, abril 26, 2024
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Muerte en la era digital; decir adiós a través de las redes sociales

La tranquilidad de una tarde de domingo precedió a la tragedia. Gabriel pintaba la fachada de su casa en vísperas de la Navidad. En un descuido, tocó con el rodillo un cable de alta tensión y recibió una letal descarga eléctrica que fulminó los planes de ver crecer a sus tres hijos y envejecer de la mano de su esposa.

La noticia de su muerte se difundió con rapidez a través de Facebook. Sus amigos comenzaron a postear mensajes como “Gabriel fue un honor haberte conocido… Dios te reciba en su reino y te haga descansar en paz”, o “Resignación a toda la familia, una lamentable pérdida, te llevas a una buena persona, ánimo y un fuerte abrazo, bendiciones amigo y compañero, ánimo a tus nenes que dejas en esta vida, cuídate y protégelos desde el lugar en que te encuentres”.

A estos mensajes, que guardaban las formas típicas de condolencias y pésames, pronto se sumaron 13 más, pero dirigidos a Gabriel, como si él los pudiera leer. Dichas publicaciones recibieron una gran cantidad de reacciones, desde “me encanta”, hasta “me entristece”, incluso algunas tenían comentarios de otros amigos.

Sus familiares más cercanos, como su esposa, hijos y hermanos, pese a que son “amigos” en esa red social, se abstuvieron de escribir comentarios en esa plataforma digital.

Pasaron tres meses cuando Nelly, la esposa de Gabriel y quien nunca había sido asidua a las redes sociales, comenzó a publicar mensajes en su muro con palabras que exhibían su duelo.

“Hola gordo, hoy me hiciste mucha falta, es muy difícil la vida sin ti”. Ese comentario tuvo 78 reacciones, lo cual quizás es mucho, contemplando que Gabriel solo tenía 127 amigos en esa plataforma. Los amigos de Gabriel respondieron a Nelly con mensajes de consuelo y de pronta resignación.

Yo me sentí muy bien de escribirle, sentí que era una forma de comunicarme con él, además pensé que era una manera de involucrarlo en nuestra vida cotidiana, así como una manera de hacerlo presente y que nunca lo olvidaran”, justificó Nelly.

Semanas después, ella volvió a escribir en el perfil de su esposo y esta práctica se volvió cotidiana: casi todos los días escribía sus pensamientos y emociones provocadas por el dolor de la ausencia, como si fuera un diario personal, pero en lugar de ser íntimo, este era digital y público en la web.

Y es que como bien lo refiere el artículo científico Death 2.0: Thinking and imagining death in the Digital Age, publicado en la revista Andamios: “De alguna manera, el hecho de que la cuenta (de la red social) siga activa, produce unsentimiento de presencia de la persona fallecida que nos incita a comunicarnos con ella, algo que no sucede igual en una tumba o en un nicho de cementerio, donde el cuerpo queda oculto y enterrado, olvidado en un espacio alejado. El muerto, de alguna forma, sigue ‘estando ahí’, bajo la forma de unaimagen de perfil y una ‘biografía’ conmemorativa que recibe visitas y comentarios, y que se sigue actualizando periódicamente”, señala dicho texto publicado en 2017.

En el primer aniversario de la muerte de Gabriel, Nelly decidió que contrataría el servicio de un cementerio virtual, para que sus amigos y familiares más cercanos lo recordaran, sin restricciones de distancia y con la libertad de tiempos inherente a la web.

No sabía de los cementerios virtuales, pero me dijo una amiga, me puse a buscar, pedí cotizaciones y pues me convencieron, pagué 50 dólares y con eso me crearon un espacio tipo blog para que una lista de 10 o 15 familiares pudiéramos subir cosas de él, de lo que le gustaba o de frases, canciones que nos recordaran a él… Yo solo quería que quienes más lo amábamos no nos olvidáramos de él”.

Excelsior

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