Es difícil que Catherine Zeta-Jones pase desapercibida. La galesa luce su estatura y con su porte atrae miradas sin problemas.
Entra a la habitación, sonríe y saluda. Mirándola de cerca parece que el tiempo se detuvo y que se quedó en 1998 con su personaje en «La máscara del zorro».
Los detalles en ella son muchos, pero hay uno que brilla con particularidad: su anillo de bodas. La sortija luce grande y ostentosa. Aquella joya cumplirá 18 años en el dedo de la actriz a finales de noviembre. Y sólo cuando habla de su esposo, la actriz apapacha el anillo de manera sutil.
El romance con Michael Douglas ha sobrepasado crisis e incluso enfermedades de ambos. Además de pareja, son colegas que, curiosamente, pocas veces se pasan notas sobre sus trabajos, dice. Sin embargo, el año pasado, ella se acercó a él para pedir un consejo en el ámbito profesional.
La galesa interpreta a un personaje latino.
El reto era darle vida a una de las narcotráficantes colombianas más importantes: Griselda Blanco, una mujer que estuvo a la altura de Pablo Escobar y que para la actriz se volvió un personaje apasionante y por eso recurrió a su esposo.
“Me dijo: ‘Recuerda, no tienes que hacer mucho. Eres más aterradora cuando haces nada’. Tomé esa nota, porque a veces vas en tu hora 17 del día, una nueva escena, con un nuevo set y como actriz está la tensión de llevarlo todo a su máximo nivel, no confías en lo que tienes en la mente. Así que pensé: ‘Al diablo: no tengo que hacer nada’. Ese fue el fantástico consejo que me dio mi esposo”, dijo la actriz.
Con la película para la televisión Griselda: La reina de la cocaína, que estrena Lifetime el jueves 11 de marzo, Zeta-Jones se puso bajo el mando del cineasta mexicano Guillermo Navarro, de quien sólo tiene buenos recuerdos.
Además, la actriz tuvo oportunidad de añadir a una chica mala a su lista, como cuando hizo a Velma Kelly en Chicago o a Helena Ayala en Traffic. Sin embargo, algo especial le dio Griselda Blanco, que la impresionó.
“El principio la pregunta fue: quién es Griselda Blanco, este personaje malo, que está en la cárcel y que nunca saldrá, estará ahí por siempre; hablemos de La Madrina. Cuando hablo de ella, fue como quedar intoxicada, como cuando te dejas encantar por una serpiente con sus dientes, su vista, que le tuvieran miedo pero también fueran atraídos hacia ella”.
Con la intención de desmenuzar a Blanco, la actriz dice que recurrió a fotos y videos, siempre con una clara intención: entenderla.
“Yo quería meterme en la piel de Griselda. Genéticamente en nada me parezco a ella, pero tampoco quería hacer una caricatura, meterme en una botarga gorda y que todos se enfocaran en eso. Mi idea era interpretarla de adentro hacia afuera: su forma de mirar, el lenguaje corporal, cómo hablaba y sus actitudes. Eso era más importante para mí que el hecho de que no usara maquillaje o me viera fea”, indicó.