Trabajando en el pabellón de pediatría del Hospital da Lagoa, en Río de Janeiro, la Dra. Vera Cordeiro veía las mismas tragedias día tras día. Los niños ingresaban en el hospital, se sometían a tratamiento y eran enviados a sus casas para tener que regresar sólo unos días después en unas condiciones aún peores. Trágicamente, algunos de estos niños incluso morían cuando volvían a sus barrios.
Para entender este ciclo, Vera fue a las favelas para conocer de primera mano la realidad de estos niños. Pronto se dio cuenta de que sus necesidades iban mucho más allá de la atención médica. La mayoría de sus pacientes del hospital provenían de comunidades vulnerables y carecían de acceso a servicios sanitarios básicos, alimentos e incluso a un hogar. Vera comprendió rápidamente que su bienestar debía ser monitoreado más allá del hospital. Fue este motivo el que impulsó la creación de Saúde Criança en 1991; un instituto no sólo para promover la salud sino también la inclusión social de los miembros más vulnerables de la sociedad.
Dirigida por trabajadores voluntarios, la institución tuvo un comienzo humilde y sin una metodología fija, pero el objetivo principal siempre fue el de priorizar el bienestar de los niños. También era necesario encargarse de las familias y de los cuidadores de los niños para atender todas sus necesidades inmediatas. La dietista Cristiana Velloso fue una de las voluntarias que se unió a la causa de Vera. Cuando empezó a conocer la institución en su conjunto, quiso involucrarse más y realizó un posgrado en responsabilidad social y gestión de proyectos.
Mientras la organización ganaba tracción y definí su metodología, Cristiana se convirtió en coordinadora, después en responsable de operaciones, y, desde 2014, es la directora ejecutiva de Saúde Criança. «Creo que hacemos algo más que ayudar a las familias. Transformamos vidas», dice Cristiana, al hablar sobre el alcance actual de la iniciativa. Ya hay cuatro sedes con licencia en Río de Janeiro y la organización también tiene presencia fija en Porto Alegre y Belo Horizonte.
Fuente: Excelsior