Abul Bajandar se hizo mundialmente conocido como el «hombre árbol»por las grandes verrugas que cubrían su cuerpo y que le llevaron a ingresar hace hoy dos años en un hospital de Dacca, se sometió a diecinueve operaciones, por no poder llevar una vida normal y vivir sin esperanzas sobre una cura a su mal. Bajandar vive en una habitación de dos camas. En una duerme él y en la otra su mujer con su hija, que tiene 5 años y lleva dos sin poder ir a la escuela porque no hay ningún colegio público y no pueden pagar uno privado.
De acuerdo con los médicos del Hospital Universitario de Dacca, la epidermodisplasia verruciforme que sufre Bajandar -una enfermedad de carácter hereditario, pero no contagiosa- no tiene cura y las operaciones solo consiguen proporcionar alivio temporal a los pacientes. El coordinador de la unidad de quemados y cirugía plástica del centro, el doctor Samanta Lal Sen, dijo a Efe: «Puede que necesite una o dos operaciones más, pero no lo vamos a dejar salir dentro de poco. Estamos incluso planeando darle un trabajo adecuado en nuestra nueva unidad para que pueda ser monitorizado».
Realizamos una operación a Bajandar la semana pasada. Habíamos quitado todas las verrugas anteriormente, pero después descubrimos que había desarrollado nuevas verrugas», añadió. El sueño de Bajandar, de 27 años, de volver a una vida normal junto a su mujer y su hija se ha ido convirtiendo en una pesadilla, al ver cómo crecían de nuevo verrugas en forma de corteza de árbol en manos y pies, después de un rosario de operaciones. Cuando aún no había recibido atención médica, Bajandar requería asistencia en su vida diaria, no podía usar las manos debido a las protuberancias y se vio obligado a dejar su trabajo como conductor, pero su situación ahora es similar a la de hace dos años.
El prolongado tratamiento y la decisión de los doctores de mantener a Bajandar internado también está pasando factura a su familia. No tenemos que pagar por nada aquí, pero aún así estamos sufriendo por la larga estancia», aseguró la mujer de Bajandar, Halima Akter. Akter pasa los días cuidando a su marido y viendo la televisión en la habitación de dos camas de la unidad de quemados donde se alojan, y come junto a su hija en la cantina del hospital. Cuando llegamos aquí mi hija tenía 3 años. Ahora tiene 5, pero no podemos llevarla al colegio», explicó Akter.
Fuente: Excelsior