Desde hace unos días varios medios publicaron una nota que, por obvias razones, generó miles de comentarios y compartidos en las redes sociales. En ella se afirmaba que en Japón había un restaurante en el que se servía carne humana. Lo malo de la nota, que podría pintar como real, es que no contaba con fuentes: un medio nipón que lo haya publicado con antelación, el dueño del lugar reseñando alguno de sus platillos estrella (y no Michelin), un comensal orgulloso de su hazaña que diera su nombre y su opinión de la cocción y sazón, nada de eso.
Y como la pólvora, la noticia se publicó en varios medios web mexicanos e incluso latinoamericanos de forma casi textual. El primer medio en desmentirla fue Verne, de El País, los cuales hicieron una cosa que muchos han dejado de hacer: ir a la fuente. Contactaron a un representante de la Embajada de Japón en México, quien desconocía que esta información estuviera circulando y hasta la calificó como «completamente absurda». Asimismo, les negó que la legislación japonesa permita el canibalismo.
Incluso ellos hicieron la búsqueda en los diarios nipones en busca de alguna nota similar y no encontraron ninguna. El medio español añadió un video de un bloguero y profesor de japonés, quien también desmintió la información en su página Japón con Kira Sensei. Este maestro explica que en Japón impiden que se establezca un restaurante de este tipo y que se venda esta carne, ya que está prohibido vender desechos médicos (cadáveres), hay que mantener un control de higiene en los alimentos, está vetado el tráfico de órganos, no se puede causar daños a otros y no se puede dañar cadáveres.
En pocas palabras: un lugar que infrinja todas esas normas es imposible que exista. Además, comenta que el nombre del supuesto restaurante, Resu ototo no shokuryohin, que aseguran los medios significa «Hermano comestible», no es una traducción fidedigna. En realidad, significa «productos alimenticios del hermano Res». Y narra que sí se han dado casos de canibalismo y degustación: en 2012 el artista Mao Sugiyama, que se define a sí mismo como asexual, decidió cocinar, condimentar y servir sus propios genitales a cinco selectos comensales que pagaron por ello 100 mil yenes.
Fuente: Excelsior