viernes, noviembre 22, 2024
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Rescatan murales de escuela modelo

Cerca de 900 metros cuadrados de pintura se encontró en el recinto que promovió José Vasconcelos en la colonia Guerrero.

En 1923, José Vasconcelos  encargó a Carlos Mérida y Emilio Amero la decoración de los muros de la Escuela Belisario Domínguez. El olvido y el paso del tiempo borraron prácticamente toda huella de las obras con que revistieron el edificio de la colonia Guerrero. Un grupo de especialistas mexicanos trabaja desde 2016 en la recuperación de los últimos vestigios que se conservaron de esas obras, así como en el rescate de más de 900 metros cuadrados de obra mural con que los alumnos de la antigua Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, revistieron la mayor parte de los muros del edificio.

La Escuela Belisario Domínguez es uno de los tesoros artísticos mejor guardados de la Ciudad de México, aunque también, durante muchos años, uno de los más olvidados. Sus actividades como escuela primaria y nocturna para adultos no se han interrumpido nunca, pero aquí las actividades escolares cotidianas se desarrollan siempre en medio de paredes tapizadas de color: primero en 1923 y después a partir de 1951, sus muros fueron cubiertos de obra artística.

“Son alrededor de 900 metros cuadrados de mural aproximadamente, pero se van multiplicando, en lo que vamos trabajando, van apareciendo más”, dice el restaurador Renato Robert Paperetti, del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), del INBA, quien desde el año pasado coordina al equipo de especialistas que trabaja para recobrar la obra mural, distribuida a lo largo de techos, capiteles, salones, pasillos y escaleras, tanto de la planta baja como alta de la escuela.

Una placa de mosaico en la que aparece el escudo de la Universidad de México señala que la Belisario Domínguez fue inaugurada en junio de 1923, siendo presidente Álvaro Obregón y secretario de Educación, José Vasconcelos. El edificio fue el primero de las llamadas “escuelas modelo” que Vasconcelos proyectaba para el país. Convencido de que los muros serían una extensión de los salones de clase para que los niños aprendieran, encargó a Mérida y Amero el revestimiento de sus paredes con escenas lúdicas y de los cuentos de Las mil y una noches.

Sin embargo, el registro del trabajo que hicieron Mérida y Amero se fue diluyendo y la obra, deteriorando. Una investigación de Diana Briuolo Destéfano reveló unas cuantas fotografías que se conservaron de las obras en el archivo histórico de la SEP. Pero esas primeras obras de los años veinte no son todo: en 1951, con La Esmeralda en las proximidades de la Belisario Domínguez, el entonces director de la escuela primaria, Blas Barbosa Torres, otorgó autorización para que los estudiantes de artes, cubrieran con sus murales todo el edificio.

A partir de entonces y con apoyo de diferentes maestros, incluido el director Antonio Ruiz El Corcito, los muros de la primaria sirvieron como una extensión de los salones de clase en los que, aventura Paperetti, debieron haber realizado sus evaluaciones los alumnos mientras aprendían las técnicas del muralismo, tan en boga en la década de los cincuenta. Fue así como los frescos se fueron extendiendo por todo el edificio, incluso sobre los murales que en la década de los veinte habían pintado Mérida y Amero; algunos eran firmados, otros no y generalmente eran elaborados por grupos.

 

FOTO:Especial

FUENTE:Excélsior

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