Ágata nació en un Zoológico de Québec el 23 de noviembre de 1997. Sus padres, al igual que ella, permanecieron toda su vida en cautiverio (nacieron en 1974).
Ágata es una osa polar muy inteligente, que gusta de aprender todos los días. «Le encantan los olores, es muy agradable, y prefiere trabajar y convivir con los varones, quizá porque siempre ha sido cuidada por hombres», dijo la veterinaria Andrea Saucedo, integrante del equipo que está a su cargo.
Aunque le molestan los ruidos estruendosos y los cambios en su rutina, es un animal de gustos sencillos: Tiene un tambo de 100 litros de capacidad al que abraza, se sienta en él, se sumerge en el agua con él, «se lo mete en la cabeza, nada o camina con él». Es su juguete favorito.
Ágata fue criada por su madre. Pero con apenas 14 meses de nacida, se separaron.
Llegó a Guadalajara —vía avión— en febrero de 1999.
El zoológico de Guadalajara ya contaba con las instalaciones necesarias (una charca artificial, áreas de dormitorio, filtros, una cocineta) para albergarla y conocía los protocolos de ingreso de los osos polares en cautiverio.
La «casa» de Ágata incluye sombras naturales y artificiales, rocas, y troncos pequeños para evitar que otros trepen al interior o que el animal se escape.
También consta de una charca artificial con vista subacuática, que mide poco más de 650 m3, y tiene una capacidad de más de 650 mil litros. Los cristales de la charca tienen tres centímetros de espesor y una película de policarbonato que evita que el agua los fracture o Ágata los rompa.
Todos los días se revisa el PH y los químicos que se le agregan al agua para mantenerla cristalina.
Esta osa tiene tres dormitorios disponibles: los dos primeros miden 5 x 6 metros cada uno, y tienen un comedero, un bebedero y una cama de madera; el tercero es más pequeño, mide 4 x 4, pero goza de la charca artificial. Todas las alcobas cuentan con una reja firme para revisar al animal constantemente. Además Ágata también tiene disponible una madriguera de 3 x 4 metros.
Esta osa polar es cuidada por un equipo especial, que la atiende y cubre sus necesidades. Es el encargado de revisarla físicamente, de evaluar su dieta, su albergue y su estado general. Cada mañana se examina la piel de su abdomen, sus patas, su espalda; su cara, sus ojos, orejas, dientes, carrillos y finalmente sus garras.
¿Cómo es la vida en cautiverio de un animal? Los protocolos de la Ley general de vida silvestre son los que definen sus exigencias: si requieren humedad y temperatura, cierta intensidad de luz, exhibidores y casas, planes de nutrición, y todo lo que exija su edad, si son neonatos, infantes, juveniles, adultos o geriatras.
La veterinaria Andrea Saucedo explica que tener a un oso en cautiverio otorga la oportunidad de estudiar y ayudar a los que están en libertad, y advierte que este beneficio no lo puede tener cualquiera: «Para preservar una especie se necesitan planes de manejo, instalaciones e infraestructura integral».
«Los predios e instalaciones que manejen vida silvestre en forma confinada, como zoológicos, espectáculos públicos y colecciones privadas, sólo podrán operar si cuentan con planes de manejo autorizados por la Secretaría, y además deberán registrarse y actualizar sus datos anualmente ante la autoridad correspondiente, en el padrón que para tal efecto se lleve, de conformidad con lo establecido en el reglamentoArtículo 78″. Ley General de Vida Silvestre.
os osos polares pueden medir hasta dos metros y medio y pesar de 350 a 600 kilos; las hembras, de 150 a 295 kg.
Su hábitat natural es la zona del Ártico: las aguas poco profundas cubiertas de hielo. Sin embargo, «la elevada temperatura registrada en los polos hace desaparecer bajo sus pies el hielo marino que por tantos milenios recorrió para buscar su sustento y reproducirse».
Quedan menos de 26 mil osos polares en el mundo (2015).
Hace 11 años, en 2006, se incorporó como especie Vulnerable en la Lista Roja de la UICN.
Foto: Especial.
Fuente: The Huffington Post