La NASA siempre ha sido parte de la vida de Allison Schroeder, la guionista nominada a un Oscar por Hidden Figures.
No solo creció cerca de Cabo Cañaveral, donde los simulacros de la escuela se programaban para que los niños pudieran ver los lanzamientos del programa espacial, y donde la explosión del Challenger quedó grabada como uno de sus primeros recuerdos. También lo lleva en su ADN.
Su abuelo mudó a su familia de Iowa a Florida para trabajar en los prototipos del Mercury, y después, casi por accidente, su abuela vio un anuncio para lecciones de una nueva tecnología —computadoras— un día que le llevó el almuerzo al trabajo.
Se inscribió en las clases y terminó trabajando para la NASA mucho más tiempo que él», dijo Schroeder recientemente y agregó «se convirtió en ingeniero de software y en programadora y terminó en las misiones del transbordador espacial».
Schroeder incluso participó en un programa de mentores de la NASA a lo largo de la escuela secundaria (preparatoria).
Ninguno de los productores sabía esto, sin embargo, cuando Schroeder recibió la propuesta para un posible proyecto del libro de Margot Lee Shetterly, Hidden Figures: The American Dream And The Untold Story Of The Black Women Mathematicians Who Helped Win The Space Race. Pese a su amplio historial con la NASA, era una historia que Schroeder no había oído.
¡Nadie la había oído! La historia es de una cierta manera. Basta que uno cambie un poquito la perspectiva para descubrir todo un lado nuevo de ella», destacó.
Schroeder no había escrito ningún largometraje producido, pero era un trabajo que sabía que tenía que hacer. Le presentó a la productora Donna Gigliotti el final del filme en el que Katherine Johnson (Taraji P. Henson) calcula los números para el inminente lanzamiento de la misión Friendship 7 de John Glenn. Y «Donna dijo: ‘No sé nada de la matemáticas, ¡pero es emocionante!»’, recordó Schroeder entre risas. Le dieron el trabajo.
Desde su estreno en Navidad, Hidden Figures se ha convertido en el éxito optimista del año, y en un gran contendiente en la temporada de premios con tres nominaciones al Oscar que incluyen Mejor Guión Adaptado (que Schroeder comparte con el director Theodore Melfi), Actriz de Reparto (Octavia Spencer) y Mejor Película.
El filme, que costó apenas 25 millones de dólares, facturó 131,5 millones en Estados Unidos y Canadá y continúa entre las cinco películas más vistas aún en su séptima semana en cartelera.
La mayor parte de la historia que se ve en pantalla es real, pero como en todas las películas basadas en hechos reales, Schroeder se tomó algunas libertades. Esa última escena que le mereció el trabajo, por ejemplo, de hecho le tomó a la verdadera Johnson un día y medio lograr, no un par de horas.
«Pero eso no es emocionante», dijo Schroeder. «Fue suficientemente difícil decidir qué dejar fuera. Había tantas mujeres increíbles y tantos momentos increíbles. Fue complicado reducirlo a dos horas».
Principalmente se trataba de hacer ajustes para encajar la realidad en la estructura narrativa. Así que jugó un poco con la cronología para agregar momentos dramáticos en algunos lugares, y sin una transcripción disponible tuvo que escribir el conmovedor testimonio de Mary Jackson (Janelle Monae) en la corte solicitando acceso a la educación en una escuela de blancos que le permitiría avanzar profesionalmente.
También hubo otras cositas inventadas, como que las protagonistas viajaran todas juntas en un mismo auto al trabajo. Pero en general no alejó de la realidad.
«Esos intertítulos al final son verdad. Siempre estuvimos construyendo la historia hacia ellos. Fue divertido poder hacerlo», dijo Schroeder.
Además, a veces la realidad es simplemente más interesante. Como una gran admiradora del trabajo de John Hughes, a Schroeder le atrajo especialmente el hecho de que todas las mujeres tenían intereses y talentos fuera de la NASA. Eso, también, le recordó a sus abuelos, que hacían pasteles magníficamente decorados para eventos de la iglesia.
«Estas personas que se destacan en ciertas cosas sobresalen en todas las áreas de la vida», dijo Schroeder. «¿Quieres un buen pastel? Pon a dos ingenieros a hacerlo».