Los problemas de la UAQ, que no le son ajenos a las demás instituciones públicas de educación superior, son muchos: sobrepoblación estudiantil, austeridad, falta de aprovechamiento académico, carencia de una estrecha relación entre universitarios y planta productiva, deserción, distanciamiento de la investigación con la docencia y escasez de magisterio de carrera; sin embargo, para estar en condiciones de atenderlos, además de contar con recursos suficientes, es menester conservar la paz al interior de la universidad.
Dada la natural proclividad de los jóvenes a explorar los terrenos de la confrontación con el poder público y la disidencia, así como por su naturaleza compleja y composición plural, el riesgo de incendio en los espacios universitarios siempre estará presente, hasta en tanto no se resuelvan los conflictos políticos y sociales externos. Lo que se ve lejanísimo.
En este sentido, hacemos votos para que el Rector Gilberto Herrera actúe con excesiva prudencia y privilegie la gobernabilidad en la UAQ. La salida fácil es la de las marchas. Sin embargo, enfrentar al Estado como autoridad universitaria ha probado ser riesgosamente estéril.
Es una presión engañosa pues más que resolver nutre el conflicto. Y es precisamente en las aguas del conflicto donde pueden navegar intereses ajenos a los universitarios que terminen por someter a la UAQ.
Por Fernando Ortiz Proal para RR Noticias
